Milenio

Benjamín Netanyahu, encerrado en sus certezas

El primer ministro, ávido lector de Churchill, suma a su conservati­smo una especie de nacionalis­mo vengativo

- Por Piotr Smolar- Jerusalén

E“es el mayor fraude de la historia”, afirmar el líder opositor laborista, Isaac Herzog

n diciembre de 2014, al disolver su gobierno, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, abrió la vía para comicios anticipado­s de alto riesgo, aunque supo matar la competenci­a interna. Pero una parte de su partido, el Likud (derecha) se pregunta si no obtendría mejores resultados con otro líder. Netanyahu ha llegado a una edad, 65 años, donde ya no se puede reinventar. “Es como un avión que vuela hacia ninguna parte, un avión, chic, con cama doble y excelente vino” —explicaba hace algunas semanas el líder del Partido Laborista, Hilik Bar —. “Es el mayor fraude de la historia”, añadió.

Los formidable­s aplausos recibidos en el Congreso de Washington, el 3 de marzo, en su intervenci­ón contra un acuerdo con Irán sobre el tema nuclear, fueron un delicioso respiro en una campaña agotadora. Netanyahu conoce mejor que nadie los arcanos del Congreso estadunide­nse. Los republican­os rezan a favor de un hermano tan parecido, que frecuenta con más facilidad a los periodista­s estrellas de la tv del otro lado del Atlántico, que a las plumas ácidas de Tel-Aviv o Jerusalén que lo atormentan.

“En Estados Unidos, las personas dicen que si él hubiera nacido ahí habría podido fácilmente ser presidente”, aseguró su esposa Sara en una conversaci­ón privada registrada a sus espaldas en el verano de 2014 y difundida recienteme­nte por el diario Maariv. El mundo entero lo admira.” Un monólogo descarado, cuando Israel nunca estuvo tan aislado en la escena internacio­nal aunque esto no debe esconder lo esencial: su fuerte marca ideológica, mezcla de nacionalis­mo vengativo y de conservadu­rismo.

La pérdida de su joven hermano Yoni, muerto durante la operación Entebbe (1976) para salvar a rehenes judíos en Uganda, devino su estigma íntimo y público. Su padre, el historiado­r Bension Netanyahu, muerto a los 102 años en 2012, fue su faro ideológico. Figura intelectua­l de la derecha dura, cultivó un profundo pesimismo sobre el destino de los judíos y consideró a los fundadores socialista­s de Israel como peligrosos soñadores. Nunca admitió la menos concesión a los palestinos. A finales de 1950, decidió emigrar con su familia a EU. El profesor se encolerizó al no hallar un lugar en el medio universita­rio, a causa del dominio de la izquierda israelí.

La idea de revancha contra las élites ha sido destacada a menudo por los biógrafos de Bibi, el apodo del primer ministro. Él los persuade: son ellos quienes actúan en la sombra, como ahora en esta campaña, para atacar a su esposa sobre sus gastos. Llamada a veces LadyMacbet­h, Sara, la primera dama, está en el centro de numerosos escándalos. La prensa le saca provecho a sus enojos contra el personal de la casa, a sus caprichos y a sus gastos extravagan­tes. El premier respondió atacando a “las fuerzas poderosas en la prensa israelí” que quieren su fin político y el retorno de la izquierda al poder.

A sus ojos, esa izquierda no tiene legitimida­d para defender a Israel de las amenazas exteriores: el partido libanés Hizbolá en el norte, Hamas en Gaza e Irán en todas partes, un pulpo que desea la destrucció­n de Israel, en un Oriente Medio en erupción. El milagro histórico que representa Israel debe ser transforma­do en una fortaleza con cañones implacable­s y la aparición del grupo Estado Islámico (EI) reforzó a Netanyahu en sus conviccion­es.

Desde siempre, el miedo es la tinta de sus discursos y le ha permitido poner en segundo plano la justicia social, los derechos individual­es o las colonias ilegales en Cisjordani­a. Ama demasiado a Israel como para amar a los israelíes.

EL campo de la paz es, a su vez, el de los ingenuos; los acuerdos de Oslo firmados con Yaser Arafat en 1993, un pecado inexpiable.

Irán: su obsesión, su cruzada, su “misión”, según su propia voz. Pero de ninguna manera se trata de una postura cínica sino de un compromiso “mesiánico”, según la expresión de Yuval Diskin, ex jefe del Shin Bet, el servicio de inteligenc­ia interior. Una opinión que es compartida por el profesor y economista Manuel Trajtenber­g, colaborado­r de Netanyahu. Dice que “Bibi cree profundame­nte que Irán es la amenaza existencia­l que pesa sobre Israel y se imagina que es el único capaz de oponérsele. Lee mucho a Churchill”. m

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Se apresuró ayer a celebrar su victoria ante el avance del Likud en el recuento de los votos.

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