Ciencia, prensa y libre discusión
Nunca he visto discusiones más duras y vehementes que las que se dan en un seminario científico. Los investigadores exponen públicamente sus datos, razonamientos y conclusiones al riguroso examen crítico de sus colegas. Tampoco he visto discusiones más correctas y racionales.
Los científi cos cuestionan sin compasión, dudan de todo lo que les suene confuso, y hacen las preguntas que crean necesarias, por incómodas que parezcan. Quien expone tiene que “aguantar vara” y responder lo mejor que pueda. Enojarse es impensable, igual que no responder. Al final, o convence a su audiencia o se convence él de que tiene que trabajar más para lograr resultados convincentes.
En la vida diaria, discutir se suele confundir con pelear. Pero el espíritu de la discusión es justo lo contrario: examinar un asunto entre dos o más personas para aclararlo lo mejor posible. Los científicos saben que el doloroso y molesto proceso de discutir es la mejor forma de detectar errores de pensamiento. Discutir es pensar colectivamente. Pensar mejor.
El periodismo y la política son otras áreas donde la discusión, el debate, es vital. Una sociedad que lo restringe se aleja de la democracia. Y para que el debate sea posible, el ciudadano necesita la información que va a discutir. Las libertades de opinión y expresión, y de prensa e información son, pues, componentes fundamentales de una democracia.
Más allá de los motivos o intereses que hayan causado la salida de la periodista Carmen Aristegui de la empresa en la que trabajaba, es claro que se relaciona con la difusión de información incómoda. La sociedad mexicana pierde cuando el periodismo profesional y crítico, que saca a la luz asuntos que merecen ser discutidos públicamente, ve reducidos sus espacios.
Carl Sagan afirma en su libro El mundo y sus demonios que la difusión del pensamiento científico beneficia a una sociedad democrática, pues sus valores — transparencia y apertura de la información; discusión libre y abierta; análisis razonado de los argumentos— coinciden con los valores democráticos. Formar ciudadanos con cultura científica es formar mejores ciudadanos. En cambio, limitar la información y la discusión perjudica la democracia. m