¿A cuántos más periodistas van a echar?
Escuchaba el informativo de Carmen Aristegui por las mañanas, en el coche, de camino al trabajo. No es el tipo de periodismo que me gusta —pareciera que responde a una consigna, aparte de ser un tanto sesgado y panfletario, pero supongo que mucha gente piensa lo mismo de quienes escribimos opiniones que no son de su parecer y que, además, tenemos determinadas posturas políticas, innegables preferencias y declaradas antipatías—. Sin embargo, siempre me pareció refrescante y saludable, para la vida pública de este país, que sonara una voz así. La suya es la palabra de la inconformidad, la disidencia y el cuestionamiento del poder político, por no hablar de algunas denuncias muy reveladoras derivadas del periodismo de investigación.
Ahora bien, si afirmamos que su despido resulta de una orden recibida desde la casa presidencial o desde nuestro ministerio de Interior, entonces tendríamos que irnos preparando para ver quién es el que sigue en el parte de bajas: Héctor Aguilar Camín acaba de criticar, en este diario, el hecho de que nuestra primera dama ostente sus joyas y sus vestidos en una revista del corazón. Víctor Trujillo, Brozo, arremete alegremente contra el presidente de la República, casi a diario, siendo que trabaja para la empresa Televisa, tan denostada por su presunta asociación con el Gobierno de Enrique Peña. ¿Cuándo los echan a la calle, junto a Luis González de Alba, por ejemplo, que tituló un artículo, en días pasados, “Las traiciones de Peña Nieto”, donde criticaba la decisión de nuestro primer mandatario de destituir al procurador Murillo Karam, luego de que éste ofreciera solventes resultados en el caso de Ayotzinapa, y su proceder en relación a los maestros de la CNTE y la CETEG?
El día en que este país se convierta en un auténtico páramo informativo, cuando se supriman el humor, el derecho a la burla, la práctica pública de la denuncia y el ejercicio del pensamiento crítico — como ocurre, ahí sí, en esas dictaduras de izquierda que tan benevolente trato reciben de los acobardados Gobiernos de nuestro subcontinente— entonces sí que nos vamos a enterar. M