Milenio

Rabiosos

- CARLOS PUIG

El día que arrancó en comisiones del Senado el proceso para analizar la terna enviada por el Presidente de la República para ocupar un lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se presentó el grupo que había promovido una petición que en pocos días había alcanzado más de 50 mil firmas para que el Senado no nombrara a Eduardo Medina Mora a la Corte.

Senadores de la oposición que además se oponían a la nominación del ex procurador los recibieron, un par de discursos, ya estuvo.

La mayoría de los senadores que iban a votar por Medina Mora, sin embargo, fueron bastante despectivo­s con el esfuerzo. Los más básicos compararon el número de firmas con el padrón electoral; otros caracteriz­aron el esfuerzo, descalific­ándolo, como ilegítima “presión de un grupo” como si eso estuviera mal y ellos no recibieran presiones de múltiples grupos. La mayoría enfatizaba que eso no era parte del proceso constituci­onal.

Sobre ese asunto en particular trata el debate en nuestra Tribuna de esta semana que vale la pena revisar aquí ( www.milenio.com/tribunamil­enio).

Leyendo los foros en internet, los comentario­s, escuchando las voces de las marchas en las calles, ayer mismo en un avión rumbo a Acapulco; me pregunto si se darán cuenta los legislador­es y otros políticos que son esas reacciones, esa manera tan arrogante de despreciar 50 mil firmas o 10 mil manifestan­tes o mil cartas; uno de los factores que contribuye­n de manera más importante al mal humor social que en tiempos recientes se ha convertido en una ola de indignació­n.

Ayer, en ese avión y después en el hotel en medio de banqueros y otros relacionad­os a la industria fi nanciera, las conversaci­ones pasaban del despido de Aristegui: “Yo no la oía, pero carajo, para qué correrla”; a las 21 páginas del Hola! con Angélica Rivera en todo su esplendor: “Pero a quién se le ocurre, no tienen madre”. A quienes escuché ayer no son exactament­e miembros de Morena, sino, segurament­e, votantes del PRI y PAN según el año y el candidato.

El desprecio a las 50 mil fi rmas, las páginas del Hola!, la manera que en medio de todo esto nuestros políticos siguen actuando igual que siempre; es el mejor síntoma de la profunda crisis de nuestro sistema de representa­ción que en junio, por ejemplo, hará gran ganador a una banda de delincuent­es disfrazado­s de verde. De ahí viene la ira, la rabia y a nadie parece preocupar demasiado. M

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