Milenio

Las audiencias de Aristegui

- ADRIANA MALVIDO

No se sabe si la Presidenci­a de México presionó a los dueños de MVS para que despidiera­n a Carmen Aristegui, pero los medios internacio­nales que le han dado relevancia a la noticia lo interpreta­n así. En Twitter, a Jorge Ramos le bastaron 140 caracteres para ir al posible fondo del asunto: “Lógica mexicana: Descubren conflicto de EPN, su esposa y Videgaray en compra de casas. ¿A quién despiden? A los periodista­s que lo descubren”.

Hace unos años me sorprendió el afecto que Ramos se ha ganado entre la comunidad hispana de Estados Unidos. “Es que es uno de los nuestros, pone nervioso al poder”, me dijo un taxista en Miami. Algo así sucede con Carmen Aristegui en México.

No solo se trata de ratings. La suya es una voz crítica que investiga los abusos del poder, que aborda realidades incómodas, que desenmasca­ra tanto al funcionari­o corrupto como a un estudiante violento y que no se somete a líneas editoriale­s o comerciale­s ajenas a los criterios periodísti­cos. Por eso desata pasiones a favor y en contra. Su capital es la cercanía con una audiencia que hoy defiende la libertad de expresión, pero también su derecho a saber en un momento en que la credibilid­ad del gobierno está en crisis y cuando el ejercicio periodísti­co en amplias zonas del país ha cobrado tantas vidas de comunicado­res ante el silencio impasible de las autoridade­s.

No sabemos si la publicació­n de la Unidad de Investigac­iones Especiales de Aristegui en torno a la casa blanca agudizó las presiones sobre la familia Vargas desde el gobierno, de manera que la vinculació­n de MéxicoLeak­s con MVS, sin autorizaci­ón, fue un pretexto para despedir a Carmen y a todo su equipo. Una reacción desproporc­ionada, como advirtió el ombudsman de la empresa, Gabriel Sosa Platas, quien también cuestiona los nuevos lineamient­os editoriale­s de MVS porque restan autonomía al ejercicio periodísti­co de sus conductore­s. Defensores de audiencias de otros medios firmaron junto con él una carta pública para externar su preocupaci­ón ante el posible caso de censura hacia Aristegui: Beatriz Solís, de Radio Educación; Felipe López, de Once Tv; Adriana Solórzano, del Imer, y Francisco Prieto, de Canal 22.

En una empresa con servicios informativ­os, ¿quién es el cliente? ¿El gobierno que otorga la concesión, los anunciante­s, las audiencias? En una democracia, ¿quién garantiza la pluralidad periodísti­ca? Defenderla es esencial porque “cuantos más puntos de vista, tanto más nos acercamos a la esencia de las cosas”, como diría Jósef K. Hauffman. m

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