Las audiencias de Aristegui
No se sabe si la Presidencia de México presionó a los dueños de MVS para que despidieran a Carmen Aristegui, pero los medios internacionales que le han dado relevancia a la noticia lo interpretan así. En Twitter, a Jorge Ramos le bastaron 140 caracteres para ir al posible fondo del asunto: “Lógica mexicana: Descubren conflicto de EPN, su esposa y Videgaray en compra de casas. ¿A quién despiden? A los periodistas que lo descubren”.
Hace unos años me sorprendió el afecto que Ramos se ha ganado entre la comunidad hispana de Estados Unidos. “Es que es uno de los nuestros, pone nervioso al poder”, me dijo un taxista en Miami. Algo así sucede con Carmen Aristegui en México.
No solo se trata de ratings. La suya es una voz crítica que investiga los abusos del poder, que aborda realidades incómodas, que desenmascara tanto al funcionario corrupto como a un estudiante violento y que no se somete a líneas editoriales o comerciales ajenas a los criterios periodísticos. Por eso desata pasiones a favor y en contra. Su capital es la cercanía con una audiencia que hoy defiende la libertad de expresión, pero también su derecho a saber en un momento en que la credibilidad del gobierno está en crisis y cuando el ejercicio periodístico en amplias zonas del país ha cobrado tantas vidas de comunicadores ante el silencio impasible de las autoridades.
No sabemos si la publicación de la Unidad de Investigaciones Especiales de Aristegui en torno a la casa blanca agudizó las presiones sobre la familia Vargas desde el gobierno, de manera que la vinculación de MéxicoLeaks con MVS, sin autorización, fue un pretexto para despedir a Carmen y a todo su equipo. Una reacción desproporcionada, como advirtió el ombudsman de la empresa, Gabriel Sosa Platas, quien también cuestiona los nuevos lineamientos editoriales de MVS porque restan autonomía al ejercicio periodístico de sus conductores. Defensores de audiencias de otros medios firmaron junto con él una carta pública para externar su preocupación ante el posible caso de censura hacia Aristegui: Beatriz Solís, de Radio Educación; Felipe López, de Once Tv; Adriana Solórzano, del Imer, y Francisco Prieto, de Canal 22.
En una empresa con servicios informativos, ¿quién es el cliente? ¿El gobierno que otorga la concesión, los anunciantes, las audiencias? En una democracia, ¿quién garantiza la pluralidad periodística? Defenderla es esencial porque “cuantos más puntos de vista, tanto más nos acercamos a la esencia de las cosas”, como diría Jósef K. Hauffman. m