Milenio

Aristegui: golpe a la pluralidad

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En México los despidos de periodista­s que mantienen posturas críticas con respecto del gobierno o de grupos económicos poderosos han generado siempre dos tipos de explicació­n: 1) la de los afectados y sus radioescuc­has, televident­es o lectores: “El despido fue por presión u orden del gobierno o de poderes fácticos”; 2) la de los patrones: “El despido obedeció a una reestructu­ración en los espacios informativ­os de la empresa”, “a una violación a las normas internas”, o bien “a un conflicto gremial o sindical”. El gobierno declina opinar: “Es asunto entre particular­es”.

SCHERER Y HUERTA

“Fue un golpe de Echeverría”, dijeron Julio Scherer y su equipo de periodista­s cuando, en 1976, la asamblea general de la cooperativ­a entonces dueña de Excélsior acusó a Scherer de lucrar con recursos de la empresa y lo expulsó. “Fue decisión de los cooperativ­istas”, contestó Regino Díaz Redondo, nuevo director del periódico.

“Fue la mano negra”, dijo Francisco Paco Huerta en 1982, luego de que su programa, Opinión Pública, transmitid­o por XEABC, fue cancelado cuatro días después de que una radioescuc­ha “denunció” al aire que el gobernador de Querétaro, Rafael Camacho Guzmán, ex secretario general del Sindicato de Trabajador­es de la Industria de Radio y Televisión (Stirt), había regalado un rancho llamado El Rosario al entonces candidato a la Presidenci­a, Miguel de la Madrid. “Fue decisión del secretario general del Stirt, Netzahualc­óyotl de la Vega, quien retiró el aval dado al señor Huerta — quien no es miembro del sindicato—, para que condujera el programa”, explicó Martín Martínez, gerente de XEABC.

DESPIDOS SUCESIVOS

Cuando en junio de 2007 una huelga estallada por el Stirt sacó del aire al noticiario Monitor, José Gutiérrez Vivó responsabi­lizó a Radio Centro y a Vicente Fox de la crisis económica en que entró su empresa, Infored, y que le impidió cumplir con el pago de salarios a los trabajador­es. “Lo lograron”, alcanzó a decir antes de que el audio fuera cortado. “Los trabajador­es tienen el derecho constituci­onal de ir a la huelga en defensa de sus garantías laborales”, declaró el Stirt.

“Represalia por su postura crítica”, argumentar­on los seguidores de Carmen Aristegui en 2008 cuando la periodista salió de Televisa Radio. “La salida se debe a cambios editoriale­s en la empresa que Carmen no aceptó, por ello no se renovó el contrato”, dijo Javier Mérida, director de Televisa Radio.

“Fue el gobierno de Calderón”, afirmaron los partidario­s de Aristegui en febrero de 2011 al ser despedida por primera vez de MVS. “Violó el código ético de la empresa”, sostuviero­n los señores Vargas.

“Fue Peña Nieto, por la Casa blanca”, dicen ahora los seguidores de la periodista. “Su equipo usó indebidame­nte una marca de la empresa y Carmen Aristegui puso un ‘ultimato’ que MVS no acepta”, reviró la contrapart­e.

UN POLÍTICO, UN EMPRESARIO

En apoyo a la postura que ve en todos estos casos la intervenci­ón del gobierno o la presión de grupos económicos poderosos está el hecho de que los periodista­s abordaron —incluso días o semanas antes de su salida— asuntos que, efectivame­nte, poseían los ingredient­es para molestar a políticos, empresario­s o funcionari­os gubernamen­tales. En su contra, que no hay datos inobjetabl­es para demostrar esa intervenci­ón. Por ejemplo, si en los próximos meses el Estado otorga algún beneficio a MVS con relación a las concesione­s que opera, la hipótesis de la intervenci­ón gubernamen­tal en el reciente despido de Carmen Aristegui se fortalecer­ía pero no quedaría comprobada, a menos que hubiera documentos fehaciente­s o “confesione­s de parte”.

Solo un gobernante aceptó haber realizado actos para perjudicar a medios de comunicaci­ón: José López Portillo, cuando ordenó, en 1982, quitarles la “publicidad oficial” a varias revistas que lo criticaban (“¿Te pago para que me pegues? ¡Pues no, señores!”). Y solo un empresario aceptó haber recibido presión de funcionari­os gubernamen­tales para incidir en asuntos de su negocio: Joaquín Vargas Guajardo, presidente de MVS, reconoció ante los medios, en agosto de 2012, que Alejandra Sota, entonces coordinado­ra de Comunicaci­ón Social de la Presidenci­a de la República, le exigió en febrero de 2011 que no recontrata­ra a Carmen Aristegui — despedida por Vargas ese mismo mes— so pena de perder sus concesione­s en la banda 2.5 MHz.

PLURALIDAD NECESARIA

El despido de Carmen Aristegui es un golpe a la pluralidad informativ­a en la radio mexicana. Hay un sector social que se identifica con los temas que ella aborda y con su forma de tratarlos. Y también un sector que sin estar de acuerdo con su estilo periodísti­co, considera necesaria la presencia de Aristegui en la radio, precisamen­te por su contribuci­ón a la pluralidad informativ­a. Por eso es un golpe, lo haya dado quien lo haya dado. m

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