Milenio

El milagro del Soro

- JESÚS ZÁRATE LA

Vicente Ruiz, el Soro, tuvo una terrible lesión en la rodilla cuando corría el año 1994. Supervivie­nte del cartel de Pozoblanco conformado también por Paquirri, fallecido esa tarde, y el Yiyo, quien después murió de una cornada que le partió el corazón, el Soro continuó con una carrera que terminó ese 8 de abril del 94.

Una serie de complicaci­ones derivaron en más de cincuenta operacione­s, un implante que recorre su pierna desde la cadera y una situación económica apremiante convirtier­on a una de las grandes figuras de los años 80 y 90 en un ser desvalido, con depresione­s y que tuvo que vivir diez años usando muletas, para luego estar confinado a una silla de ruedas otros tres años.

Pero el Soro seguía teniendo en la mente la idea clavada de regresar a los ruedos, más que una locura sonaba casi a una mala broma para un hombre que carga 54 años de edad, kilos de más, una pierna ocho centímetro­s más corta que la otra, 24 cornadas y 21 años de actividad taurina.

El milagro ocurrió el lunes pasado cuando contra todo los pronóstico­s del raciocinio el Soro partió plaza en la plaza de Valencia, al lado de Enrique Ponce y José Mari Manzanares. Fue la locura. Como pudo, el hombre enfrentó a sus dos toros de Juan Pedro Domecq, y para no dejar de ser fiel a su historia, resultó con una lesión en las vértebras. Una raya más al tigre.

Se trató del triunfo de la persona, no del torero. Mucho puede criticarse de su actuación en términos fríos, pero no se puede hacer menos el ejemplo de vida que ha dejado el Soro en el ruedo de Valencia. La fuerza de voluntad se vio recompensa­da con volver a vestir el traje de luces.

La tarde del lunes es una muestra más de la capacidad de sobreponer­se a la adversidad del hombre y muy en especial de los toreros. Lo que sigue tal vez tenga que ser la decisión más difícil para el Soro en su vida. La sensatez dice que poco tiene que hacer ya en los ruedos, exponerse en esas condicione­s es temerario y el precio a pagar muy alto. Pero nadie sabe cuál será la decisión del que fuera un fenómeno poniendo banderilla­s. Muchos quisiéramo­s quedarnos con esa demostraci­ón heroica. El Soro ya no tiene nada qué demostrar, ha triunfado más allá de los toros.

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