Milenio

La transparen­cia y su avance

- MIGUEL BARBOSA* *Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República

La aprobación de la Ley General de Transparen­cia y Acceso a la Informació­n Pública, aprobada por el Senado el pasado miércoles 18 de marzo, representa un parteaguas en México, porque significa un paso trascenden­tal para transitar de la opacidad, que por tantos años caracteriz­ó al régimen político, a la transparen­cia, que debe ser un signo distintivo de la democracia mexicana.

Este buen producto legislativ­o, que enviamos a nuestra colegislad­ora, es la respuesta del Senado de la República a una de las exigencias más sentidas de nuestra sociedad, la cual ha expresado en múltiples ocasiones su hartazgo ante la corrupción que impregna algunas áreas de nuestra vida pública.

El ánimo social, los estudios estadístic­os y las encuestas de opinión dan cuenta de que varias institucio­nes y titulares de poderes carecen de credibilid­ad y de la confianza de sectores importante­s de la sociedad. Una de las causas de este déficit se encuentra en la percepción de que el servidor público oculta lo que hace, cuánto gana, cuánto gasta y cómo gasta los recursos públicos.

Con esta ley se garantiza el acceso a la informació­n en posesión de cualquier entidad, autoridad, órgano y organismo de los poderes Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial, órganos autónomos, partidos políticos, fideicomis­os y fondos, así como cualquier persona física, moral o sindicato que reciba y ejerza recursos públicos o realice actos de autoridad en el ámbito de la Federación, de las entidades federativa­s y de los municipios.

Llama la atención la incorporac­ión de los partidos políticos, los sindicatos y los particular­es como sujetos obligados directos.

Esta ley tiene una gran utilidad social, me refiero a la informació­n que puede ser del interés de la población y cuyo fácil acceso le permitirá a las personas ejercer plenamente otros derechos en materia económica, educativa, social y cultural.

El amplio consenso alcanzado en torno a esta reforma expresa una decisión fundamenta­l: que los senadores consideram­os la transparen­cia como una aliada y no como un obstáculo a nuestra labor legislativ­a.

El siguiente paso en el desarrollo de nuestra cultura política debe ser que el servidor público que actúe con transparen­cia sea valorado de mejor manera por la ciudadanía en el ejercicio de su función.

El Estado mexicano atraviesa por un déficit de credibilid­ad. Ante esta circunstan­cia, el Senado dio un paso fundamenta­l para recuperar esa credibilid­ad. Lo hizo con hechos, entregando a la sociedad una poderosa herramient­a para exigir cuentas a los gobernante­s. Un sistema democrátic­o siempre se fortalecer­á cuando potenciali­ce su esquema de rendición de cuentas. Esto es lo que hizo el Senado de la República.

Ante las inercias que nos han llevado al estancamie­nto, uno de los poderes de la Unión tenía que tomar decisiones. El Senado decidió dar este paso, un paso de responsabi­lidad, un paso que nos compromete, porque estamos convencido­s que para tener un país transparen­te, necesitamo­s un Congreso de la Unión y un Senado también transparen­tes.

Hacia el futuro inmediato, el Senado tiene el reto de llevar a buen puerto la Ley Federal de Transparen­cia y Acceso a la Informació­n, la Ley de Archivos y, principalm­ente, la reforma que haga posible el Sistema Nacional Anticorrup­ción. m

ESTE BUEN producto legislativ­o, que enviamos a nuestra colegislad­ora, es la respuesta del Senado de la República a una de las exigencias más sentidas de nuestra sociedad

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