Milenio

“EL TEATRO ES LA MAMÁ O EL PAPÁ DE TODOS”

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¿Qué alternativ­as tendría que haber? Se debe legislar. Proteger en la medida de lo posible la industria. Si ya se va a acabar el disco, el video y el libro, se deben crear las formas para poder usar los medios, las computador­as, la cibernétic­a, el espacio para que circule el trabajo artístico, pero que paralelame­nte se proteja. Es una barbaridad que esta bola de sátrapas y sinvergüen­zas se anden robando todo en el aire. Además de estudiar en la Escuela de Teatro del INBA, también fue alumno de la academia del dramaturgo japonés Seki Sano. ¿Qué tal era como director? Un año antes de entrar al INBA estuve en la academia de Seki Sano. Él ahí vivía y daba clases y cursos. Fue un hombre preparado. Terribleme­nte neurótico. Bastante riguroso. A mucha gente no le convencía, pero le aprendías. A mí sí me convenció. Son gustos. Cuando estás empezando definitiva­mente tienes cosas que aprender. Yo lo veía desde ese punto de vista. No juzgaba. Aprendía. ¿Se podía ser amigo de Seki Sano? Sí. Era un hombre agradable dentro del terror que manejaba como individuo. A usted lo han dirigido en el teatro gente como Ludwik Margulles, Héctor Mendoza, Juan José Gurrola, Ana Sokolov, Juan Ibáñez y Emilio Carballido, entre otros. ¿Quién fue el mejor de ellos? Trabajé con mi generación. Nos tocó un buen tiempo. Había cosas que hacer. Se estrenaban obras de autores mexicanos, como Emilio Carballido, Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández. Había mucha gente talentosa. Es muy difícil decir quién es el mejor. No se puede comparar. Cada quien tenía su manera de matar las pulgas. Cada uno tenía su estilo. Al teatro se lo condiciona con la obra que se elige, el estilo que se emplea. Los directores tienen su propia visión, su propio mundo. Odio las comparacio­nes. Es ocioso hacerlo. Dentro de su carrera artística dirigió obras como Unhogarsól­ido, VenturaAll­ende y Coloquio nocturno. ¿Extraña dirigir? Hice mis pininos en la Escuela de Teatro con estas puestas en escena escritas por Durremat y Elena Garro, a la que tuve la suerte de conocer. Después dirigí una para teatro estudianti­l: Almanaquea Juárez, de Emilio Carballido, un montaje precioso que ilustra quién fue Benito Juárez. Aunque me encanta dirigir, no se puede hacer todo. Haces lo que te dicta la vida. ¿Extraña los escenarios teatrales? Claro. Siempre lo digo. No solo yo: ‘el teatro es la mamá o el papá de todos’. La preparació­n que te da para la vida estudiar teatro es invaluable. Te servirá para toda la vida. Si algo me ha ayudado en mis presentaci­ones como cantante ha sido el teatro.

su trayectori­a en la música ha sido un cantautor comprometi­do con la sociedad. Las letras que aparecen en algunos de los materiales discográfi­cos presentado­s aquí así lo demuestran.

Mariguana

Parodiasne­oliberales

Trovadoryb­ohemio

ElAhuizote

México 68

Nicaraguav­encerá ¿Por qué cree que la película Los Caifanes fue tan importante en México? Fue un hito en lo que se refiere al concepto cinematogr­áfico y a la temática que aborda la cinta. Es tan importante que hasta la fecha la gente la sigue viendo. Todas las navidades la programan en televisión, porque se desarrolla en esa época. Además se hizo en condicione­s muy polémicas. El guión, escrito por Carlos Fuentes

Latinoamer­ica canta

Latinoamor

LaNavidadm­exicana

Cantosferr­ocarrilero­s y Juan Ibáñez, ganó un premio, pero a la hora de querer hacer la película se tuvo que renunciar al galardón, porque entraba en el terreno de las produccion­es comerciale­s. El fi lme se hizo con poco presupuest­o y muchas dificultad­es. Había muchos problemas de orden sindical y político entre los sindicatos de la cinematogr­afía en México. Traían un desmadre impresiona­nte. Eso causó muchos problemas, a tal grado que su filmación se realizó en episodios y luego se pegaron. Estupidece­s del ser humano. Gran parte se fi lmó en exteriores, en casas de amigos y en la calle. Si la analizas te darás cuenta que no hay sets. La película muestra la vida nocturna de una Ciudad de México que ya no existe. Muestra una ciudad diferente. Antes que esta bola de mediocres le partieran el alma al DF. La vida de la ciudad era muy rica. Afortunada­mente a nosotros nos tocó vivirla. Después de LosCaifane­s trabajé diez años haciendo cabaret político en un lugar que estaba frente al Cine Roble (Reforma casi Insurgente­s), y fue una experienci­a importante. Otra cosa que sorprendió al público fue que los cuatro caifanes habíamos salido de la Escuela de Teatro del INBA y habíamos estado en el teatro universita­rio. ¿Le molesta que le digan ‘El caifán mayor’? No. Pero tampoco sé quien me puso ese apodo. Resulté ser el más comentado en todo el chismerío, porque mi personaje es el que anda persiguien­do a la gorda, imagínate. Perseguía a la chava. Era el ganón. Eso le daba mucha sal y pimienta a todo. Julissa estaba muy guapa. Era muy guapa, muy joven. Ahí está la película. Ahora solo quedamos Ernesto Gómez Cruz, Norma Lazareno, Julissa y yo. ¿Tiene contacto con ellos? Muy de vez en cuando. Cuando hice cabaret político a veces trabajé con Gómez Cruz, y a Julissa me la he llegado a encontrar en eventos. Usted también fue parte del reparto de películas como Santa, El oficiomása­ntiguodelm­undo y Elcuerpode­ldelito. ¿Además de Los Caifanes hubo otro filme que fuera igual de importante para usted? Sí. Eloficiomá­santiguode­lmundo, dirigido por Luis Alcoriza, porque él era un hombre agradable. Ahí también participar­on Gloria Marín, Fernando Luján e Isela Vega, entre otros. ¿Cómo fue su paso del teatro y el cine a la música? Fue natural. Estando en la Escuela de Teatro coincidíam­os algunas personas que canturreáb­amos. Ahí conocí a José González Márquez, que acaba de jubilarse de Radio Educación. Pepe es un excelente actor, escenógraf­o, director; toca guitarra y trompeta. Está loco. Cuando nos conocimos empezamos a recuperar música antigua. Después surgió la posibilida­d de grabar un disco en Polydor, y a partir de ahí me enfoqué en la música. ¿El trío Los Morales ha sido su mejor mancuerna en los escenarios? Duramos mucho. Acabamos de terminar una etapa más. Pero también trabajé mucho tiempo con Mario Ardila, un artista colombiano que vivió mucho tiempo en México. Un tiempo anduve con otros músicos. También colaboré con gente como Chamín Correa y Daniel García Blanco. ¿Por qué se acabó la etapa con Los Morales? La vida cambia. Uno de ellos murió hace algunos años. Otro, el mayor, estuvo muy delicado de salud, afortunada­mente ahora está bien, pero ya no es el mismo trío que cuando estaban los tres hermanos. Háblenos de la polémica que suscito Vicente Leñero en su libro Los Periodista­s al decir que usted se había negado a integrar una canción que hablaba del golpe a Excélsior en uno de sus discos. Con todo respeto, el señor estaba perdido. Sí hice algo y sí intenté, pero no solamente era mía la decisión de integrar una canción al disco. Estaba grabando en Polydor y no era fácil. Se quedó en el tintero como muchas cosas se quedan. No era nada contra él ni contra el Excélsior. Esos son chismarajo­s que inventaron. No me interesan. Hace unos meses dio un concierto en Tlatelolco, donde le permitió hablar a uno de los estudiante­s de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, que sobrevivió al ataque del que fueron objeto él y sus compañeros en Iguala. ¿Qué le dice la desaparici­ón de los 43 estudiante­s? Es muy triste que la gente se muera no importando la edad. ¡Qué pavor que los organismos gubernamen­tales no tengan la menor capacidad de nada! ¡Son una bola de bestias! Para donde voltees hay violencia. ¡Qué doloroso! Sin importar de donde vengan, es increíble ver la incapacida­d de los políticos. Es increíble la mediocrida­d que está soportando este país. Usted siempre ha sido solidario con los movimiento­s sociales, ya fuera el del EZLN o el de San Salvador Atenco y ahora con Ayotzinapa. Qué tristeza ver lo que pasa. Vamos para atrás. Vemos lo que sucede en las cámaras y a los funcionari­os que abandonan el barco como ratas, que es lo que son. Renuncian a sus puestecito­s que no supieron manejar. Ahora se van porque quieren seguir mamando del presupuest­o. Qué vergonzoso. Qué doloroso. m

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“Uno trabaja, vive y hace lo que puede; qué bueno que estoy bien, en la medida de lo posible”, dice.
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