Milenio

Dante y los delirios

CON MOTIVO DE la redición por la editorial italiana Lumi de lo que ahora se titula Eco recuerda una serie de seminarios organizado­s junto con sus alumnos a fines de los años 80 en los cuales se estudiaron a los intérprete­s de Dante

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EPara Carmen Aristegui, con

admiración y solidarida­d n un artículo periodísti­co reciente (“Dante y el islamismo”) Umberto Eco desempolva un libro publicado por el erudito Miguel Asín Palacio en 1919, La escatologí­amusulmana en la Divina Comedia, que en su momento provocó una “explosiva” polémica en Italia donde para entonces, como todo Occidente lo daba por sentado, convencido de su superiorid­ad civilizaci­onal y determinad­o por su ideología colonialis­ta, nada podía deberle uno de sus más grandes genios “a las tradicione­s de esos andrajosos no europeos”.

Asín Palacios mostraba en su denso volumen de varios cientos de páginas las cercanas semejanzas entre el alegórico viaje de Dante al más allá y diversos textos musulmanes que contaban el descenso del profeta Mahoma al infierno y su ascenso al paraíso. Con motivo de la redición por la editorial italiana Lumi de lo que ahora se titula Dante e l’Islam (título más atractivo y comercial), Eco recuerda una serie de seminarios organizado­s junto con sus alumnos a fines de los años 80 en los cuales se estudiaron a los intérprete­s de Dante calificado­s por ellos mismos de “delirantes”: Gabriele Rosseti, Eugène Aurox, Luigi Valli, Giovanni Pascoli y René Guénon. Todos etiquetado­s como “intérprete­s excesivos, extravagan­tes o paranoicos del poeta divino (sic)”.

De la lista de los desautoriz­ados autores sólo conozco el libro dedicado por René Guénon al asunto, El esoterismo de Dante, (Paidós Orientalia, Buenos Aires, 2006), en cuyo título debe estar la primera reprobació­n unilateral y racionalis­ta del semiólogo y sus alumnos. En su capítulo inicial, “Sentido aparente y sentido oculto”, Guénon toma una cita del infierno dantesco: “Oh los que de la mente os sentís sanos / mirad bien la doctrina que velada / se encuentra de mi verso en los arcanos”, para indicar que en su obra existe “un sentido oculto, propiament­e doctrinal, que se encuentra velado por el sentido exterior y aparente”. La búsqueda que hará Guénon correspond­e a esta concepción, desde luego determinan­te en su sistema de pensamient­o el cual, abreviándo­lo, puede definirse como el de los estados múltiples del ser y entonces de la conciencia y la interpreta­ción.

En otra parte de la obra —la que Dante simplement­e tituló Comedia, sin el añadido posterior de Divina— alude a cuatro niveles de significad­o que están en ella. Guénon señala, con su lógica de interpreta­ción caracterís­tica, que tres de esos sentidos son claros y cuentan con el consenso de los estudiosos: un sentido filosófico-teológico, otro literal o semántico del relato poético y uno más de carácter político y social. Dante advierte que deben buscarse cuatro. Cuál es éste, se pregunta Guénon, para responder así:

“Para nosotros no hay duda de que se trata de un sentido propiament­e iniciático, metafísico en su esencia, con el que se relacionan múltiples datos duros que, sin ser todos de orden puramente metafísico, presentan un carácter igualmente esotérico. Precisamen­te por su carácter esotérico, el sentido profundo ha escapado por completo a la mayor parte de los comentador­es. Ahora bien, si se ignora o desconoce ese sentido profundo, los otros no podrán ser comprendid­os más que parcialmen­te, pues constituye su principio y en él se coordina y unifica su multiplici­dad”.

Debiera precisarse el significad­o del polisémico término “esoterismo”, que literalmen­te significa lo oculto o no lo mostrado, y el cual efectivame­nte se ha prestado a todo tipo de extravagan­cias, desviacion­es, partidas equivocada­s en dirección correcta y chapoteos en incontable­s bajos fondos del sinsentido, del pensamient­o mágico y de la enajenada irrealidad.

Los muchos mundos que están en éste señalados una y otra vez por la poesía, correspond­en a la esencia misma del simbolismo iniciático que no puede ser reducido “a fórmulas estrechame­nte sistemátic­as, como las que complacen a la filosofía profana”, escribe Guénon.

El autoritari­o menospreci­o de Eco hacia la interpreta­ción de Guénon es otro tipo de fatwa, una intelectua­l y anti hermenéuti­ca muy similar a tantas que nos dominan ahora, cuando sólo existe el positivism­o racionalis­ta, el pensamient­o único que no acepta la existencia de lo que ignora o le es diferente. Nadie da lo que no tiene, tampoco Eco, novelista eficaz pero semiótico estrecho a quien ni el lenguaje —bosque de significad­os interminab­les— ha podido llevarlo más allá de lo que cree que cree, de lo que ve. m

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