El derecho de opinar
Son días difíciles, de opiniones encontradas y fuertes confrontaciones en todos los medios. Las redes sociales le dan voz a todo mundo y eso está muy bien, siempre y cuando “todo mundo” no aproveche el anonimato que éstas brindan para crear todavía más conflicto al agregar insultos a la mezcla de ya una muy explosiva situación social.
Pero el anonimato no es el único tema que se vuelve vehículo del enojo en estos días. Hoy me encontré en Twitter a alguien que muchos años atrás había sido un amigo muy cercano. Él reclamaba que los “periodistas de espectáculos” tuviéramos posturas y opiniones respecto a la política nacional y nos preguntaba desde cuándo éramos “analistas políticos”.
Primero que nada, me pareció muy divertido el reproche, siendo que él no solo había sido compañero de la fuente, sino que, incluso, había participado en alguna de las primeras telenovelas de Tv Azteca. ¿Eso le quita el derecho de opinar a él? Por supuesto que no. El problema es otro.
Ésa respuesta, como tantas otras que recibimos venia de su molestia con una columna que publicamos en ¡hey! firmada por René Franco, donde hacía varias preguntas sobre el caso de Carmen vs MVS que seguramente no le gustaron. Y estaba en todo su derecho de opinar al respecto, excepto que en su afán por ganar, no argumentó nada. Solo descalificó. Una descalificación bastante desafortunada para él mismo, por cierto, porque la misma se le podría aplicar a su persona sin el menor miramiento de su preparación (la cual sí tiene) y de sus mejores intenciones (de las cuales no dudo ni tantito).
Así que me quedé pensando, según estos parámetros, ¿quién tendrá derecho a opinar aquí? ¿Solo quien esté con lo que se entiende como “izquierda” en este país? ¿Solo los politólogos? ¿Solo los que están contra el gobierno? ¿Solo los que lograron descalificar a quien no opine igual que ellos debido a su profesión, aficiones o hobbies?
¿Y quién no? ¿Los arquitectos? ¿Los taqueros? ¿Los ganadores del Oscar? ¿Los que hablamos acerca de los ganadores del Oscar? ¿Las comadritas? ¿Los políticos? ¡Qué triste y perversamente nos dividimos solos!
Creo que esto nos está pasando a todos desde donde quiera que sean nuestras trincheras de la vida. Mientras que algunos debaten los verdaderos puntos de conflicto en nuestro país (que vaya que los hay) hay una enorme cantidad de personas que actúan como que les entregaron un pase libre para lo que empieza a saber como un enorme “pleito de cantina ideológico”. Sin la menor duda, hay mucho que decir. Mucho que hablar. Mucho que arreglar. Mucho que exigir, pero si las personas de buenas intenciones seguimos perdiendo nuestra energía y tiempo dándonos de tuitazos y similares entre nosotros, ¿quién va a quedar para de verdad cambiar las cosas?
¡QUE ALGUIEN ME EXPLIQUE!
¿Por qué nadie me comprende cuando les digo que me emociona infinitamente más que venga el director Sam Mendes a que venga el mismísimo 007, Daniel Craig? La nueva cinta de James Bond no es una superproducción más de 2015. Es la apuesta de Sony Pictures para este año, después de sufrir un embate sin precedentes en 2014. Ademas tiene como antecedente Skyfall, la novena cinta más taquillera de la historia. Por esas dos razones, y porque hace mucho tiempo (algunos pensaríamos que nunca) una producción de tal tamaño y popularidad se había filmado en la Ciudad de México, resulta emocionante que James Bond llegue al primer cuadro de la capital con gran ruido. La Ciudad de México es un lugar vibrante, que perfectamente puede ilustrar las más elaboradas secuencias de acción. Sam Mendes ha hecho un trabajo de primera con Bond, será muy interesante ver su interpretación de la urbe y su retrato del Día de Muertos. No solo en México la nota está dando de qué hablar. Periodistas de distintos países Latinoamericanos tienen cita los próximos días para hablar con el talento de la cinta, entre ellos, Christoph Waltz. Bienvenido James Bond, a la ciudad. Habrá calles cerradas. Están avisados.