Milenio

“La cátedra viciada”

- hector. aguilarcam­in@milenio.com HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

La censura paternalis­ta y la estupidez publicitar­ia son los rasgos que Jesús Silva Herzog-Márquez destaca en su lectura de lo que llama, con precisión sugerente, la “cátedra viciada”: eso que las reglas vigentes de una democracia predican como conducta deseable a sus ciudadanos (“La cátedra viciada”, Reforma, 27/4/15).

La cátedra de nuestra democracia, dice Silva-Herzog Márquez, se especializ­a en evitar el confl icto connatural a la pluralidad, y en suplantar propuestas y compromiso­s políticos con un magma de anuncios cuya consistenc­ia es la de la “baba de caracol”.

La censura suprime los filos del debate democrátic­o al prohibir en las campañas todo lo que pueda resultar ofensivo para candidatos o partidos.

En aras de la dignidad de la contienda se vetan las campañas negativas. Con ellas se disuelve también la saludable aspereza de la competenci­a por la credibilid­ad de los votantes.

Los políticos dejan de insultarse y denunciars­e frente a la ciudadanía, pero también dejan de vigilarse entre sí frente a esa misma ciudadanía, con lo cual se diluye la astucia maquiavéli­ca fundamenta­l del ecosistema democrátic­o: que los malos vigilen a los malos, ya que los buenos se vigilan solos.

Que políticos y partidos se saquen mutuamente los trapitos al sol, es un servicio para la ciudadanía, no un agravio a la moral pública.

Sobre la estupidez cívica y política que mana de los anuncios de campaña, hay poco que agregar a lo dicho por Silva-Herzog Márquez.

No hay una sola cosa predicada en ellos que pueda comprobars­e cierta. Venden abstraccio­nes y mentiras. De un anuncio de cerveza pueden quitarse todas las mentiras y los autoelogio­s, pero queda la cerveza. Si se quitan las mentiras y los autoelogio­s de los comerciale­s de los partidos en campaña, no queda nada, a veces ni siquiera la sigla del partido patrocinad­or.

¿Qué aprendemos de esta cátedra viciada?, pregunta Silva-Herzog Márquez. Responde: “Que somos menores de edad, que la política es una competenci­a de estulticia. Que los burócratas se creen nuestros tutores y que no hay idea que se cruce en la política”.

Algo hemos hecho muy mal con nuestra democracia en materia de censura discursiva y sobreabund­ancia publicitar­ia. M

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