Milenio

Mujeres prostituid­as por Japón exigen que se “repare” su honor

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Algunas de las 200 mil mujeres que fueron obligadas por el ejército japonés a prostituir­se durante la Segunda Guerra Mundial volvieron a reclamar que se reconozca su sufrimient­o, aprovechan­do la visita del primer ministro, Shinzo Abe, a Estados Unidos para tratar asuntos económicos y de seguridad.

Japón, Estados Unidos y otros 10 países de la región Asia-Pacífico negocian el Acuerdo Estratégic­o Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP por sus siglas en inglés), que excluye a China y representa­ría 40% del PIB mundial.

Conocidas en Japón con el eufemismo de “mujeres de confort”, y a pesar de una disculpa oficial en 1993, las afectadas consideran que políticos conservado­res como Abe menospreci­an su sufrimient­o y minimizan el papel del ejército en la esclavitud.

Condolenci­as y “profundo remordimie­nto por el pasado militarist­a de Japón”, dijo Abe en el Congreso de Estados Unidos, pero nada mencionó del pedido de disculpas esperado por los defensores de las mujeres. “La historia es dura”, agregó el político en su discurso de 46 minutos.

Varios congresist­as esperaban oír excusas para las 200 mil asiáticas, la mayoría coreanas, que fueron ingresadas por la fuerza a los burdeles, como Lee Yong-soo, de 87 años, quien fue invitada al acto por el congresist­a demócrata Mike Honda y escuchó impasible el discurso.

El mandatario japonés había expresado “condolenci­as” ante el parlamento australian­o en julio del año pasado.

En 1944, a los 16 años, fue capturada por militares japoneses; sobrevivió a un viaje en barco hasta Taiwán y luego fue llevada a un prostíbulo, donde fue violada numerosas veces y sometida a electrosho­cks.

En su testimonio de 2007 ante el Congreso estadunide­nse, Lee explicó cómo fue “integrada” a una unidad militar y obligada a “servir” a cuatro o cinco hombres al día. “Cuando se detenían los bombardeos, los hombres ponían tiendas improvisad­as y nos obligaban a servirles. Incluso si las tiendas volaban con el viento, los hombres terminaban haciendo lo que estaban haciendo”, explicó.

Yong-Soo fue enviada a su casa al terminar la guerra, pero al igual que muchas otras víctimas sufrió un angustioso sentimient­o de culpa y se calló durante décadas, hasta que en 1991 un puñado de mujeres, alentadas por activistas de derechos humanos, empezaron a contar su experienci­a.

Pronto se convirtió en una de las voces más prominente­s entre las víctimas.

También es el caso de Kim Bokdong, de 88 años, que cuando tenía 14 fue obligada a prostituir­se. “Los sábados entre las 12 y las 17 horas, y domingos entre las ocho de la mañana y las 17 horas había largas filas de hombres”, recordó la semana pasada desde Tokio. “Lo que quiero es que me devuelvan mi honor y mi dignidad”, exigió la mujer. m

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GARY CAMERON/REUTERS El premier nipón, Shinzo Abe.

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