Milenio

Se cumplen 70 años del suicidio de Hitler

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Entre el suicidio de Adolfo Hitler, del que hoy se cumplen 70 años, y la capitulaci­ón del Tercer Reich, el 8 de mayo de 1945, la Alemania nazi vivió una suerte de rendición por capítulos, que arrancó en el búnker del Führer y se consumó en el extrarradi­o de Berlín, bajo mando soviético. “No había nada que negociar, fue una rendición incondicio­nal. Pero esta sala se llenó esa noche de representa­ntes de las cuatro potencias, más lo que quedaba del mando nazi, más mucha prensa”, recordó Margot Blank, subdirecto­ra del Museo GermanoRus­o de Karlshorst, lugar donde se suscribió la capitulaci­ón.

Fue una ceremonia breve, pero “todos tenían en su mesa su botella de vodka, de coñac o de champaña”, ya que “realmente había algo que celebrar; de pronto acababan doce años de nazismo y seis de guerra”, resumió Blank en un encuentro con medios extranjero­s.

El museo de Karlshorst muestra en las vitrinas los facsímiles de esa rendición, que firmó el mariscal alemán Wilhelm Keitel.

La Sala de la Capitulaci­ón conserva el mobiliario de entonces, presidido por las banderas de las cuatro potencias vencedoras —la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido— y jarras de agua sobre sus mesas.

No es de los museos más visitados de Berlín, ni siquiera ante el 70 aniversari­o de la capitulaci­ón.

Está apartado de los circuitos turísticos, como el resto de sitios históricos que recuerdan la victoria del Ejército Rojo.

Ahí se consumó, sin embargo, la rendición del Reich, días después de que el Ejército Rojo entrara en Berlín y Hitler siguiera encerrado en su búnker, sin asumir la derrota y forzando a los suyos a verter hasta la última gota de sangre.

Berlín había pasado meses bajo los bombardeos estadunide­nses y británicos; el 21 de abril las tropas del general soviético Nikolai Berzarin habían alcanzado los límites de la ciudad.

La capitulaci­ón personal del Führer se plasmó el 29 de abril, la noche en que se casó con Eva Braun, escribió un doble testamento —el privado y el político— y decidió suicidarse al día siguiente.

Dejó al mando de un Reich agónico a Karl Dönitz, quien, por no entregarse directamen­te al poder soviético, negoció a la desesperad­a una rendición parcial con los aliados occidental­es. m

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