UN TÍTULO GIGANTE
América cumplió, se proclamó campeón de la Liga de Campeones de la Concacaf y lo hizo sin dejar lugar a dudas, goleando y demostrando su potencial ofensivo ante un Impact que madrugó en el juego con un gol a los ocho minutos. Darío Benedetto marcó un trip
La raza, la historia y el escudo de América fueron más que el ímpetu del Impact de Montreal. La diferencia entre uno y otro equipo no solo está en las palabras, en la dialéctica los dos se lanzaron retos, pero con la pelota de por medio, el cuadro mexicano fue aplastante. América había advertido que venía a hacer goles y lo cumplió. Ganó porque no se descompuso en la adversidad, sino que se rehizo y fue adelante como lo demanda su historia; al cuadro canadiense no le alcanzó con lo anímico, lo moral y la atmósfera. Esto no fue suficientes para derrotar al América, que estará en Japón para medirse a los campeones de otras confederaciones.
En el arranque, el cuadro mexicano hizo lo posible por despojarse de los nervios, incluso tuvo una llegada en los albores del juego, cuando Quintero filtró para Benedetto, el argentino disparó, pero la zaga cerró para desviar el disparo del Pipa antes de que pudiera hacer daño.
Entonces se vino la arremetida del Impact, el conjunto local sacó provecho de la atmósfera, apretó a América y le fue a buscar la cara a Moisés Muñoz. Y se la encontró muy rápido, al minuto 8 y luego de una gran jugada de Ignacio Piatti, que volvió a evidenciar las debilidades defensivas de la zaga azulcrema, el argentino se montó una fiesta por la banda derecha, dejó rivales en el camino y cuando entró al área cedió para Andrés Romero, quien eludió la barrida de otro defensa azulcrema y defi nió con un tiro con la derecha para doblegar el arco de Moisés Muñoz.
América hizo lo posible por no perder los nervios, por mantenerse seguro y que la desesperación no le invadiera el cuerpo. Poco a poco fue mejorando su posición en la cancha y llegó a tener el gol del empate. En una jugada de táctica fija, Pablo Aguilar cabeceó y recentró, Oribe no alcanzó a llegar con la cabeza, pero la bola cayó en el sitio de Benedetto, que a pesar de estar solo frente al mar co conectó la pelota de forma extraña y el balón fue a dar al travesaño y pico fuera. Se lamentó Matosas y suspiró el Impact.
Las Águilas tuvieron un poco más la bola, se los permitió el cuadro local, porque los canadienses replegaban con mucho orden, tanto que la meta de Kristian Nitch no sufría más sobresaltos. El Impact esperaba un contragolpe, al 23’ lo tuvo en los pies de Piatti, quien se llenó de balón y Moisés mantenía con vida a las Águilas.
Los canadienses se sentían cómodos con ese plan de juego, porque América no encontraba la forma de acercarse al arco de Nicht. No había sido la mejor de las noches para la ofensiva azulcrema que no había logrado conectarse como esperaba. Pero en el segundo tiempo la película cambió casi de inmediato.
Si el Impact golpeó en el primer episodio, las Águilas no se quedaron atrás y salieron con más determinación. Benedetto cabeceó un centro de Darwin al 48’, era el mensaje de que la delantera había despertado. Dos minutos después, llegó el desahogo azulcrema, Osvaldo centró perfecto a la espalda de los centrales y Benedetto se sacudió del cuerpo la tensión, liberó a las Águilas y con una espectacular media tijera empató el juego.
América cobró vida, el miedo había cambiado de cuerpo, ahora los canadienses sabían que debían
tener más cuidado, porque un gol de los de Coapa les obligaba a marcar dos. El partido lo empezó a interpretar mejor el cuadro visitante que tuvo el segundo en los pies de Rubens, pero el portero lo desarmó, Sambueza recuperó y centró para Oribe, quien cabeceó, pero un defensa se encontró con la bola para salvar su arco.
El conjunto de Matosas se hizo con el momento anímico, el Impact no reaccionaba, iba al intercambio de golpes y ahí América se sabía superior y por ello siguió acechando la portería rival. Benedetto, Oribe y Darwin empezaban a cambiar el orden de las cosas y ahora la defensa local sufría para detenerlos.
Y llegó el minuto 63 en el que América cambió todo el orden de la eliminatoria. Por primera vez se iba arriba en el marcador luego de que Sambueza encontró de nuevo la espalda de los centrales, habilitó a Darwin y éste sirvió para su cómplice preferido, Oribe remató con la cabeza. Las Águilas desbarataban las ilusiones de la afición del Impact que se quedó helada.
Ese frío se incrementó aún más y congeló la sangre a los canadienses cuando Benedetto marcó el tercer gol. Miguel Samudio centró por derecha, Darío volvió a ser más vivo que los centrales y con la pierna derecha empujó la bola al fondo para el tercer gol de las Águilas, el que hacía campeón a América, porque el Impact no tenía capacidad de reacción. Salió a flote la pasta de las Águilas, esa experiencia que dejan los años, saber controlar los escenarios, porque no se descompuso en la adversidad y mostró raza para ir por el título. Lo selló Benedetto al minuto 80 con un zurdazo al ángulo. Y al minuto 88 Jack McInerney hacía más decorosa la derrota.
América está con toda justicia en el Mundial de Clubes, Gustavo Matosas logra su primer campeonato como entrenador de las Águilas, pero sobre todo, toma seguridad y fortalece su proyecto. El charrúa, además, celebra su primer triunfo a nivel internacional. Las Águilas alcanzaron la gloria, conquistaron Canadá, silenciaron el Olímpico de Montreal y como premio se van a Japón en diciembre.