HORIZONTE 2020: UN NUEVO MODELO PEDAGÓGICO
A mediados de abril de 2015, varios diarios españoles informaron acerca de las sugerentes y, al parecer, radicales innovaciones en el modelo educativo implantado en los colegios jesuitas de Cataluña, España, a lo largo de los últimos dos años. Entre otras, se mencionaban la reforma física del espacio de trabajo — paredes y puertas transparentes, aulas con gradas y puffs, de colores llamativos y con capacidad para acoger a grupos de 50 o 60 alumnos—, el trabajo por proyectos, sin horarios fijos, con dos o tres profesores actuando de forma simultánea, y un modelo de evaluación donde prima la adquisición de competencias y el conocimiento interdisciplinar, junto con la autoevaluación y evaluación entre alumnos.
Ya fuese por simple curiosidad o por verdadero interés en tales modificaciones, diversos medios de comunicación mexicanos se hicieron eco de esta información. Pero, como ocurre a menudo, la prisa por informar dejó en el tintero detalles importantes. Por ello, quien desee tener un conocimiento más concreto sobre el tema debe remitirse al proyecto global que enmarca esta iniciativa pedagógica. Su nombre es “Horizonte 2020, un nuevo modelo pedagógico”. Para entender a cabalidad su propuesta, hay que considerar al menos algunos hechos relevantes.
Para empezar, no se trata de iniciativas aplicadas por un solo colegio, a modo de experimento. Este proyecto se inscribe dentro del nuevo plan estratégico que la Fundació Jesuïtes Educació comenzó a diseñar desde 2012 para reformar todo el sistema educativo de sus centros escolares en Cataluña. No es gratuito que dicha reforma haya comenzado por los colegios catalanes. Barcelona es la ciudad con mayor cantidad de centros jesuitas del mundo. Era casi obligado que la revisión del modelo educativo jesuita iniciase justo allí.
Entre sus planteamientos es posible identificar numerosos puntos de contacto con otras propuestas, como el aprendizaje basado en problemas y proyectos, el modelo de clase inversa, la “innovación disruptiva” y la teoría instruccional aplicada a la educación postindustrial, entre otras. Replanteadas, eso sí, desde la perspectiva abiertamente confesional del modelo jesuita. El proyecto dio comienzo con dos experiencias piloto en dos niveles educativos clave: el primer nivel de la educación preescolar (P3) y el quinto de primaria. En el primero se pone especial atención en el desarrollo cognitivo y emocional, mientras que en el segundo se crea lo que ellos llaman una Nueva Etapa Intermedia, que abarca desde quinto de primaria hasta segundo de secundaria y donde tendrán mayor incidencia las transformaciones de espacio y de dinámica de trabajo antes mencionadas.
Con el fin de identificar y resolver los problemas que se generen a lo largo de todo este proceso, se creó un convenio de colaboración entre la Fundació Jesuïtes Educació y la Universitat Ramon Llull para desarrollar un proyecto de investigación centrado en la metodología de la observación y la evaluación del modelo propuesto en “Horizonte 2020”. De esta manera, se hermana la innovación educativa con la investigación aplicada, partiendo de la convicción de que las escuelas también aprenden.
¿Se trata, en resumen, de “un nuevo modelo pedagógico”, como preconizan sus impulsores? ¿Constituye una experiencia cuyos resultados pueden ser transferidos y aplicados en otras realidades educativas? Sobre lo primero, parece haber un cierto consenso optimista, si no sobre su novedad, sí sobre su valentía. Aunque también hay voces cuyo disentimiento parte de objeciones muy claras, relacionadas sobre todo con el financiamiento del modelo de “escuela concertada” de estos centros y su carácter ciertamente elitista en un momento en que la educación pública en España ha sufrido los mayores recortes de su historia. Y en lo tocante a su “exportabilidad” a otros contextos culturales, no parece que ello sea posible de inmediato ni siquiera en el resto de los centros jesuitas de España. Así que habría que ser muy cauto al hacer comparaciones con la realidad de la educación en otros medios o países.
Como quiera que sea, esta experiencia educativa nos deja al menos dos pautas y una moraleja. Las pautas: primera, la vocación global de esta iniciativa, cuyo trabajo arranca con la educación preescolar y culmina con la investigación aplicada desde la universidad para realimentar con sus resultados ese mismo proceso; segunda, el carácter múltiple que tendrá en el futuro la tarea de la evaluación, la cual no sólo comprenderá el desempeño de competencias de diversos ámbitos aplicadas en la consecución de un objetivo común — y colectivo—, sino que además partirá del propio individuo e involucrará también el juicio de sus pares. Y la moraleja: que no puede soñarse con ningún futuro si no se comienza por labrarlo el día de hoy.