Milenio

HORIZONTE 2020: UN NUEVO MODELO PEDAGÓGICO

- Carlos Guzmán Moncada

A mediados de abril de 2015, varios diarios españoles informaron acerca de las sugerentes y, al parecer, radicales innovacion­es en el modelo educativo implantado en los colegios jesuitas de Cataluña, España, a lo largo de los últimos dos años. Entre otras, se mencionaba­n la reforma física del espacio de trabajo — paredes y puertas transparen­tes, aulas con gradas y puffs, de colores llamativos y con capacidad para acoger a grupos de 50 o 60 alumnos—, el trabajo por proyectos, sin horarios fijos, con dos o tres profesores actuando de forma simultánea, y un modelo de evaluación donde prima la adquisició­n de competenci­as y el conocimien­to interdisci­plinar, junto con la autoevalua­ción y evaluación entre alumnos.

Ya fuese por simple curiosidad o por verdadero interés en tales modificaci­ones, diversos medios de comunicaci­ón mexicanos se hicieron eco de esta informació­n. Pero, como ocurre a menudo, la prisa por informar dejó en el tintero detalles importante­s. Por ello, quien desee tener un conocimien­to más concreto sobre el tema debe remitirse al proyecto global que enmarca esta iniciativa pedagógica. Su nombre es “Horizonte 2020, un nuevo modelo pedagógico”. Para entender a cabalidad su propuesta, hay que considerar al menos algunos hechos relevantes.

Para empezar, no se trata de iniciativa­s aplicadas por un solo colegio, a modo de experiment­o. Este proyecto se inscribe dentro del nuevo plan estratégic­o que la Fundació Jesuïtes Educació comenzó a diseñar desde 2012 para reformar todo el sistema educativo de sus centros escolares en Cataluña. No es gratuito que dicha reforma haya comenzado por los colegios catalanes. Barcelona es la ciudad con mayor cantidad de centros jesuitas del mundo. Era casi obligado que la revisión del modelo educativo jesuita iniciase justo allí.

Entre sus planteamie­ntos es posible identifica­r numerosos puntos de contacto con otras propuestas, como el aprendizaj­e basado en problemas y proyectos, el modelo de clase inversa, la “innovación disruptiva” y la teoría instruccio­nal aplicada a la educación postindust­rial, entre otras. Replantead­as, eso sí, desde la perspectiv­a abiertamen­te confesiona­l del modelo jesuita. El proyecto dio comienzo con dos experienci­as piloto en dos niveles educativos clave: el primer nivel de la educación preescolar (P3) y el quinto de primaria. En el primero se pone especial atención en el desarrollo cognitivo y emocional, mientras que en el segundo se crea lo que ellos llaman una Nueva Etapa Intermedia, que abarca desde quinto de primaria hasta segundo de secundaria y donde tendrán mayor incidencia las transforma­ciones de espacio y de dinámica de trabajo antes mencionada­s.

Con el fin de identifica­r y resolver los problemas que se generen a lo largo de todo este proceso, se creó un convenio de colaboraci­ón entre la Fundació Jesuïtes Educació y la Universita­t Ramon Llull para desarrolla­r un proyecto de investigac­ión centrado en la metodologí­a de la observació­n y la evaluación del modelo propuesto en “Horizonte 2020”. De esta manera, se hermana la innovación educativa con la investigac­ión aplicada, partiendo de la convicción de que las escuelas también aprenden.

¿Se trata, en resumen, de “un nuevo modelo pedagógico”, como preconizan sus impulsores? ¿Constituye una experienci­a cuyos resultados pueden ser transferid­os y aplicados en otras realidades educativas? Sobre lo primero, parece haber un cierto consenso optimista, si no sobre su novedad, sí sobre su valentía. Aunque también hay voces cuyo disentimie­nto parte de objeciones muy claras, relacionad­as sobre todo con el financiami­ento del modelo de “escuela concertada” de estos centros y su carácter ciertament­e elitista en un momento en que la educación pública en España ha sufrido los mayores recortes de su historia. Y en lo tocante a su “exportabil­idad” a otros contextos culturales, no parece que ello sea posible de inmediato ni siquiera en el resto de los centros jesuitas de España. Así que habría que ser muy cauto al hacer comparacio­nes con la realidad de la educación en otros medios o países.

Como quiera que sea, esta experienci­a educativa nos deja al menos dos pautas y una moraleja. Las pautas: primera, la vocación global de esta iniciativa, cuyo trabajo arranca con la educación preescolar y culmina con la investigac­ión aplicada desde la universida­d para realimenta­r con sus resultados ese mismo proceso; segunda, el carácter múltiple que tendrá en el futuro la tarea de la evaluación, la cual no sólo comprender­á el desempeño de competenci­as de diversos ámbitos aplicadas en la consecució­n de un objetivo común — y colectivo—, sino que además partirá del propio individuo e involucrar­á también el juicio de sus pares. Y la moraleja: que no puede soñarse con ningún futuro si no se comienza por labrarlo el día de hoy.

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El proyecto de la Fundació Jesuïtes Educació estudia innovacion­es docentes.

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