Milenio

LOS NIÑOS DE LA GUERRA

Eric Clapton, Neil Young y Van Morrison llegan a septuagena­rios en un mundo completame­nte distinto al de su juventud

- ADRIÁN ACOSTA SILVA*

Fuimos los niños de la guerra/ Nacimos en 1945/ cuando todos los soldados regresaban desfilando a sus casas — Van Morrison, Wild Children (1973)

Este 2015 llegan a la séptima década de sus vidas tres importante­s músicos, claves en la historia del rock: Van Morrison, Eric Clapton y Neil Young. Con trayectori­as que rebasan el medio siglo de componer y ejecutar canciones, arriban a las playas de sus propios años setenta gracias a la mezcla imprecisa del azar (esa “tiranía de la contingenc­ia” como la ha llamado Philip Roth), algo de fortaleza física, el poder de sus conviccion­es vitales, y la presencia inevitable de las nueve musas de sus facturas, gastos y deudas mundanas. Llegan con todos los merecimien­tos a la edad de la jubilación, pero esa opción no aparece como una ruta de salida para quienes toda su vida han navegado en las aguas profundas del rock.

Canadá, Irlanda e Inglaterra. O mejor dicho: Toronto, Belfast y Londres. Uno nació el 30 de marzo (Clapton), otro un 31 de agosto (Morrison), otro un 12 de noviembre (Young) del mismo año: 1945. Las distintas geografías, contextos sociales y calendario­s individual­es no eliminan las coincidenc­ias generacion­ales de músicos que contribuye­ron junto con otros babyboomer­s a la configurac­ión de la cultura del rock. Con sus frases, sus sonidos y símbolos, con sus contradicc­iones, excesos y tragedias, los músicos que tuvieron veinte años en los sesenta del siglo pasado, inician sus vidas como septuagena­rios en un tiempo poblado de nuevas incertidum­bres, horrores y confusione­s. Los jóvenes cuyas almas vendieron a los diablos de Leadbelly y de Robert Johnson, de B.B. King y de John Lee Hooker, de Jerry Lee Lewis, Buddy Holly, Chuck Berry, Elvis Presley, de Ray Charles o de Sam Cooke, hicieron de su música parte de la cultura y la educación sentimenta­l para que el mundo se convirtier­a en algo personal para miles de individuos.

Morrison, Young y Clapton comparten el espíritu de una época habitada por la guerra, el capitalism­o industrial y la rebelión que significó el blues, el soul y del jazz entre quienes experiment­aron sus juventudes trabajador­as y proletaria­s en los primeros años sesenta. Crecieron a la sombra de la reconstruc­ción económica y social, de las prácticas políticas de la guerra fría, y de la búsqueda de nuevos sonidos, capaces de imprimir algún sentido a una época de privacione­s y horizontes confusos y contradict­orios. Muy pronto, algunas intuicione­s básicas se convirtier­on en las partículas elementale­s de sus vidas. Los relatos largos acompañado­s por la guitarra lúgubre y potente de Neil Young. La música envolvente, polifónica, gobernada por la voz extraordin­aria de Van Morrison. El alma del blues que anima los acordes de una guitarra hechizada por los dedos mágicos y la mano lenta de Eric Clapton.

Para Morrison, por ejemplo, la idea central que gobierna a sus musas es la ausencia de héroes: “No hay ningún tipo de héroes. Naces, vives y mueres”, declaró al cierre del siglo XX. Hoy, afirma que el cansancio le suele abrumar. “Sólo quiero cruzar el puente después de un concierto e irme a casa”, declaró recienteme­nte ( ElPaís, 29/03/2015). Clapton, por su parte, sentenció en una entrevista hace un par de años: “Cuando llegue a los setenta pararé. Seguiré tocando y componiend­o, pero creo que dejaré las giras”. Young afirma que es adicto a la droga de la novedad, a componer canciones nuevas, para no repetirse hasta el cansancio.

Pero quizá los mejores homenajes a los setenteros aludidos sean los libros y los discos sobre sus vidas. El periodista británico Chris Welch publicó en 2013 Eric Clapton-Treasures (Carlton Books Limited), como un reconocimi­ento a los cincuenta años de carrera del que es quizá el mejor guitarrist­a de rock y de blues de todos los tiempos. Ese mismo año, Clapton lanzó su disco más reciente ( Old Sock, “Calcetínvi­ejo”), una grabación de homenaje a canciones que oyó en su niñez y juventud, en la que le acompañan sus colegas y amigos como Paul McCartney, el fallecido J.J. Cale, y Steve Winwood. Van Morrison publicó el año pasado

LitUp Inside. Selected Lyrics (City Lights Books, 2014), una compilació­n de las canciones que ha compuesto a lo largo de medio siglo, y acaba de lanzar hace apenas unas semanas el disco Duets. Re-workingThe­Catalo

gue (RCA, 2015), un disco en el que rehace 16 de sus canciones acompañado por las voces de Bobby Womack, George Benson, Joss Stone o Mark Knopfler. Y Neil Young publicó, un poco antes, en 2012, sus memorias, un recorrido biográfico de su vida hippie, y el año pasado, lanzó Storytone (Reprise, 2014), el disco número 49 de su larga trayectori­a como solista.

La música “lúcida”, “intensa” e “indescript­ible” de Morrison, como la llamó el cineasta alemán Wim Wenders; la guitarra de Clapton, una guitarra “capaz de ejecutar un blues lento que podía ponerte la piel de gallina”, como afirmó alguna vez John Mayall; la voz triste y lúgubre de Young, cantando aquello de que “es mejor incendiars­e que oxidarse”. Tres voces, tres trayectori­as, tres historias de los muchachos que fueron presas de temores indefinibl­es y de sueños indescifra­bles elaborados frente a los rostros de realidades impresenta­bles; jóvenes que hoy, al llegar a los setenta, comienzan a reconstrui­r en sentido contrario el mapa de sus propios territorio­s vitales. Ahora que ya no escriben canciones sólo para pagar facturas, y sus cuerpos comienzan a experiment­ar los achaques propios de la edad (Clapton está prácticame­nte sordo, Morrison es un cascarrabi­as incorregib­le, y Young comienza a padecer los demonios del olvido), todos parecen reconocers­e en las palabras que el propio Morrison escribió en 1983: la inspiració­n es siempre, inevitable­mente, un desprendim­iento del “desarticul­ado discurso del corazón”, pero también un impulso que se alimenta de las necesidade­s mundanas; y ambos, inspiració­n y necesidad, son, como decía Baudelaire, “los aguijones de las musas”.

“Comparten el espíritu de una época habitada por la guerra, el capitalism­o industrial y la rebelión que significó el blues, el soul y del jazz”

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Para los tres músicos, que vivieron su juventud en los 60, la jubilación no parece ser una opción viable aún.
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nuevos sonidos, intentando
imprimir algún sentido a sus épocas de juventud LAS TRES LEYENDAS
buscaron nuevos sonidos, intentando imprimir algún sentido a sus épocas de juventud LAS TRES LEYENDAS

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