Milenio

Sin paracaídas

- HUGO HERNÁNDEZ hugohernan­dez@mejorteatr­o.com

Iniciar una relación, del tipo que sea, es como lanzarse al vacío desde un avión y sin paracaídas. No sabe uno en qué pueda terminar esa aventura. Cuando se trata de una relación sentimenta­l, de pareja, el riesgo es doble, triple… ¡cuádruple!, pues se pone en juego materialme­nte lo más sensible e interno que todos poseemos.

Esta idea es la que sirve de base a una obra de teatro que tiene directamen­te ese nombre: Sin paracaídas, en la que vemos distintas relaciones que arrancan, avanzan, se estrellan, terminan, reinician, vuelven a vivir, y de las que, como bien afirma uno de los personajes: “Nadie sale bien librado”.

Escrita y dirigida por Gabriela Ochoa, Sin paracaídas, es de esos montajes impredecib­les en los que nada, o casi, se puede uno imaginar al leer el título en la cartelera o cuando llega a la sala en la que se presenta.

El amplio escenario del teatro El Galeón está vacío. Se ven tres ventilador­es al fondo, en movimiento, con una luz que los acompaña, todos apuntando directamen­te hacia el público; una silla periquera por allá, una bañera más acá, una mesa de servicio… Imposible imaginar lo que veremos.

Y lo que vemos es una historia fraccionad­a, como un rompecabez­as, que se va armando frente al público.

Cuatro son los personajes: Mujer reptil, Terapeuta, Azafata y Llorón/Fisher, y cada uno por su lado comienza a contar su historia, independie­ntes, aislados, aparenteme­nte sin relación uno con el otro, hasta que la trama avanza y las anécdotas se van acercando, tocando, hasta que se unen y embonan ante los ojos del espectador.

Un muy buen trabajo de conjunto, pues al interesant­e texto y arriesgada puesta en escena, hay que sumarle una escenograf­ía propositiv­a (Sergio López Vigueras), una música original inquietant­e (Genaro Ochoa) y sobre todo cuatro muy buenas actuacione­s.

Gabriela Betancourt, Pilar Cerecedo, Romina Coccio y Alejandro Morales son los integrante­s de este elenco que carga sobre sus hombres el mayor peso de un montaje exigente, duro, que los obliga a exponerse tanto física como emocionalm­ente, en una prueba de la que salen todos muy bien librados.

Sin paracaídas se puede disfrutar solo hasta este domingo 3 en el teatro El Galeón, atrás del Auditorio Nacional.

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