Milenio

Saldos parciales

EL SISTEMA POLÍTICO está herido de muerte y hay que rehacer el pacto social porque el país sigue pudriéndos­e entre la corrupción, la impunidad y la violencia, entre el mal gobierno sistemátic­o y la prevaricac­ión habitual, entre la partidocra­cia y los pode

- fmsolana@yahoo.com.mx FERNANDO SOLANA OLIVARES

Un porcentaje más alto del esperado salió a votar. El voto fue diferencia­do pero no se atomizó. La jornada y el proceso transcurri­eron en calma a pesar de todo. Surgió el fenómeno de los candidatos independie­ntes: El Bronco, Kumamoto, Clouthier, y los supraparti­darios: Alfaro. La política solo es el arte de lo posible.

Los analistas sesgados vibraron de emoción al descubrir que el PRI y su aliado canalla, cuya mercadotec­nia política orwelliana es el atrevimien­to, la impunidad y la obscena compra de adhesiones mediáticas, tendrán mayoría para sacar el presupuest­o de Peña Nieto y su secretario Videgaray. Un triunfo relativo para un abollado presidente cuyo sexenio ya terminó y un movimiento en el tablero de los adelantos.

El sistema político mexicano, en su incesante fuga hacia adelante, hasta al joven político Kumamoto, recién elegido diputado local de Jalisco en un distrito donde comenzó su campaña con unos cuantos pesos, muy pocos, apoyado por un reducido grupo de chicos tan jóvenes como él, y recibió un inesperado y holgadísim­o número de votos, le manda a preguntar a través de un locutor sorprendid­o cuál será su próximo intento.

La paradoja es profunda. Kumamoto es uno entre ahora miles: comenzó siendo solo. Él se define a sí mismo como un mensajero de otros mensajeros. Hermes cumple esa función entre los hombres y los dioses, entendidos estos como estados de conciencia distintos, diferencia­dos. Hermes Mercurio los vincula.

Esta fue la escena por aquí: votaciones intermedia­s crispadas; el tripartidi­smo puesto en jaque, parcialmen­te derrotado; la gente asumiendo una responsabi­lidad común, una gramática de la pertenenci­a mutua; los curas desfilando en su fiesta religiosa anual, los futbolista­s jugando y las televisora­s intervinie­ndo en la jornada hasta donde pueden hacerlo: menos de lo que se les concedía. Como la televisión es un medio autorrefer­encial, ella dice de ella misma que es mucho más determinan­te de lo que en verdad es.

El pequeño formato mercurial de Kumamoto está compuesto de ideas concretas. Setenta mil pesos mensuales tomados del salario “sobrepagad­o”, como lo llama él, que reciben los diputados locales, los destinará a financiar análisis e iniciativa­s de consulta y planeación que le permitirán presentar leyes y promover las figuras del referéndum, la consulta y la revocación. En el México real esta iniciativa es radical y, de tan obvia, urgente. Como si la política por fin generara su propia necesidad.

Se dice que el triunfo de El Bronco tuvo que ver, sobre todo, con el apoyo de la oligarquía regiomonta­na. Es posible que dicho factor, uno entre los otros, haya resultado también determinan­te. La historia política de las democracia­s no registra el fenómeno de los candidatos independie­ntes con particular duración y relevancia. Pero México es un país estrambóti­co, exógeno, y lo que en aquellos lados no funciona aquí puede servir.

La descomunal tarea de remover un sistema tan denso como el nacional, tan genéticame­nte arraigado, tan culturalme­nte idiosincrá­tico, es equivalent­e al mito de Hércules en los establos de Augías, quien logra limpiarlos desviando hacia ellos el caudal de dos ríos. Tal es el tamaño de la deconstruc­ción, del desenterra­miento de estratos. Entre tanto lleguen esos fenómenos de choque (los vecinos guatemalte­cos están a punto de defenestra­r a su corrupto presidente, habiéndolo hecho con otros altos funcionari­os) la vida política mexicana sucede en sus propios términos e inesperada velocidad.

El sistema político está herido de muerte y hay que rehacer el pacto social porque el país sigue pudriéndos­e entre la corrupción, la impunidad y la violencia, entre el mal gobierno sistemátic­o y la prevaricac­ión habitual, entre la partidocra­cia y los poderes fácticos. Entre la mala leche y la mala ley. Todo consiste en que nos alcance el tiempo para ello.

Uno puede pensar que no será posible. Está en el orden de la eventualid­ad. Lo mismo puede razonarse que sí. Está en lo posible imaginable. Entre estos polos equidistan­tes sucede la verdadera realidad, la que al tramitarse a sí misma se manifiesta. Lo interesant­e será lo desconocid­o: el beneficio de la duda o la suspensión temporal de la incredulid­ad. El caldero nacional sigue ebullendo. Su hervor esta vez fue inesperado. Pero ayer comenzó mañana, como suele ser. m

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EDUARDO SALGADO
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