La elección de la elección
LOS TRES PARTIDOS dominantes están obligados a hacer una revisión profunda de su relación con los ciudadanos. Uno de sus objetivos debe ser abrir la puerta a la democracia interna para así aliviar el peso de las oligarquías partidarias
LOS PARTIDOS deben entender la gravedad del mensaje que está enviando la sociedad. No solo es la crisis del PRD, sino del conjunto y es un proceso que apenas empieza
Los comicios del pasado domingo trazaron un cuadro detallado sobre los cambios en la sociedad mexicana y la relación de los ciudadanos con el poder político y con los partidos. Es una transformación profunda y de fondo, no coyuntural. El sistema de partidos que hemos conocido ingresa a una etapa inicial de crisis mayor. Afortunadamente estas modificaciones se están procesando con votos y en las urnas. La democracia mexicana resultó ser un vehículo para precisar el equilibrio de los órganos de representación y defi nir quién debe gobernar.
Más allá de los resultados, también fue relevante que las elecciones ocurrieran con normalidad y que los ciudadanos pudieron sufragar libremente. La amenaza esbozada por la inseguridad o por los grupos radicales pudo ser conjurada. La abrumadora mayoría de las casillas se instaló en tiempo y forma. Los resultados preliminares se presentaron oportunamente, sin mayor cuestionamiento. A unas horas de concluida la jornada electoral había claros ganadores en casi todos los estados, distritos y municipios.
Es un triunfo de todos el que los comicios hayan transcurrido en orden y de acuerdo con la norma. En particular, es mérito del INE, de las autoridades federales, de los órganos electorales locales y, también, de los ciudadanos. La participación electoral fue ligeramente inferior a la mitad, aceptable si tomamos como referencia lo acontecido en elecciones intermedias anteriores. Fue mayor la participación en entidades con elecciones locales concurrentes que en aquellas en las que solo fueron elegidos diputados federales.
Las buenas nuevas no hacen noticia, como sí sucede con los cambios y resultados que se apartan de lo esperado o de lo normal. Destacan los triunfos de candidatos independientes, singularmente Jaime Rodríguez, en Nuevo León y Manuel Clouthier, quien será el primer diputado federal independiente. En el orden de los partidos, el hecho relevante es que la coalición PRI, PVEM y Nueva Alianza alcanzarían la mayoría absoluta de la Cámara. Otro aspecto notorio es el resultado favorable de Morena en el DF, un desenlace que sugiere el desplazamiento del PRD en el espectro de la izquierda a pesar del triunfo en la elección de gobernador en Michoacán.
La elección tiene dos planos claramente diferenciados: el de las 17 entidades con comicios concurrentes y el de los 15 estados en los que solo se defi nieron diputados federales. El perfi l de la elección está determinado por el nivel de participación; conforme mayor es la asistencia a las urnas, los comicios se ven más “ciudadanizados”. En contraste, la baja participación resuelve la contienda con el voto duro o inercial de los partidos, aunque Manuel Clouthier fue una excepción al conseguir el triunfo con una participación inferior a 33 por ciento en su distrito. En los estados con elecciones concurrentes, los votantes sumaron 53% de la lista nominal, con la excepción del Distrito Federal, donde la asistencia fue menor a 44%. La más elevada fue Yucatán con cerca de 70%.
En los estados con elecciones de gobernador la participación promedio fue mayor a 55%; en Campeche, Colima y Nuevo León estuvo próxima a 60%. En las entidades sin elecciones locales concurrentes, el resultado favoreció al partido gobernante. Así, en Baja California, el PAN gana los ocho distritos y la coalición PRI/PVEM prevalece abrumadoramente en Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Chiapas, Veracruz, Hidalgo y Tlaxcala. Esto indica que a mayor participación, mayor pluralismo.
La elección de la elección es el deterioro de los tres partidos dominantes. En el comparativo de las tres pasadas elecciones intermedias, el PAN había promediado 30%, obtuvo 22%. El PRI, 38% y alcanzó 31%. El PRD de 19% pasó a 11%. Los beneficiarios de esta baja se asocian al incremento del PVEM, la importante votación por Morena y Movimiento Ciudadano. Todos en su conjunto suma 23%.
El principal mensaje de esta elección es la significativa prevalencia de una circunstancia que podríamos llamar antisistémica, y que se presenta, particularmente, en elecciones concurrentes. De las ocho elecciones para gobernador con defi nición clara, en cinco hay alternancia y es revelador que el porcentaje de votación a favor del candidato más elevado se haya presentado en Nuevo León, con un candidato independiente. También es destacable que el partido con mayor crecimiento haya sido Morena. Estos datos se asocian a otros resultados que revelan francas mayorías de candidatos sin partido o muy por encima del partido que lo postuló. Son los casos Manuel Clouthier, de Enrique Alfaro en Guadalajara, del futbolista Cuauhtémoc Blanco en Cuernavaca, de Alfonso Martínez en Morelia y de otros con menor visibilidad.
Es un error interpretar que lo acontecido solo es resultado del desgaste de un partido o de un gobierno en particular. Lo que se advierte es un grave deterioro del sistema en su conjunto, incluidos los sistemas de partidos, de representación política y de gobierno, que propicia que opciones nuevas y radicales, aunque en algunos connotados casos sea solo en envoltura, calen en el electorado con todo y las limitaciones que imponen las reglas vigentes.
Los tres partidos dominantes están obligados a hacer una revisión profunda de su relación con la sociedad. Uno de sus objetivos debe ser abrir la puerta a la democracia interna para así aliviar el peso de las oligarquías partidarias. Lo que aquí habíamos señalado se corrobora: el voto antisistémico, aunque aparentemente minoritario por ahora, acreditó tener el potencial futuro de alterar el equilibrio sobre el que ha descansado el régimen de partidos y el de representación política. Los partidos deben entender la gravedad del mensaje que está enviando la sociedad. No solo es la crisis del PRD, sino del conjunto y es un proceso que apenas empieza. Lo deseable es que tenga expresión mediante la institucionalidad democrática, pero sí es un requisito fundamental que los liderazgos de las tres fuerzas políticas entiendan lo que ocurrió y miren de una manera distinta el mundo que los rodea, porque ya había cambiado antes de la elección y no lo advirtieron. Es bueno que ahora su cauce sean los votos y las urnas, ya no tanto los partidos. m