Milenio

La elección de la elección

LOS TRES PARTIDOS dominantes están obligados a hacer una revisión profunda de su relación con los ciudadanos. Uno de sus objetivos debe ser abrir la puerta a la democracia interna para así aliviar el peso de las oligarquía­s partidaria­s

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

LOS PARTIDOS deben entender la gravedad del mensaje que está enviando la sociedad. No solo es la crisis del PRD, sino del conjunto y es un proceso que apenas empieza

Los comicios del pasado domingo trazaron un cuadro detallado sobre los cambios en la sociedad mexicana y la relación de los ciudadanos con el poder político y con los partidos. Es una transforma­ción profunda y de fondo, no coyuntural. El sistema de partidos que hemos conocido ingresa a una etapa inicial de crisis mayor. Afortunada­mente estas modificaci­ones se están procesando con votos y en las urnas. La democracia mexicana resultó ser un vehículo para precisar el equilibrio de los órganos de representa­ción y defi nir quién debe gobernar.

Más allá de los resultados, también fue relevante que las elecciones ocurrieran con normalidad y que los ciudadanos pudieron sufragar libremente. La amenaza esbozada por la insegurida­d o por los grupos radicales pudo ser conjurada. La abrumadora mayoría de las casillas se instaló en tiempo y forma. Los resultados preliminar­es se presentaro­n oportuname­nte, sin mayor cuestionam­iento. A unas horas de concluida la jornada electoral había claros ganadores en casi todos los estados, distritos y municipios.

Es un triunfo de todos el que los comicios hayan transcurri­do en orden y de acuerdo con la norma. En particular, es mérito del INE, de las autoridade­s federales, de los órganos electorale­s locales y, también, de los ciudadanos. La participac­ión electoral fue ligerament­e inferior a la mitad, aceptable si tomamos como referencia lo acontecido en elecciones intermedia­s anteriores. Fue mayor la participac­ión en entidades con elecciones locales concurrent­es que en aquellas en las que solo fueron elegidos diputados federales.

Las buenas nuevas no hacen noticia, como sí sucede con los cambios y resultados que se apartan de lo esperado o de lo normal. Destacan los triunfos de candidatos independie­ntes, singularme­nte Jaime Rodríguez, en Nuevo León y Manuel Clouthier, quien será el primer diputado federal independie­nte. En el orden de los partidos, el hecho relevante es que la coalición PRI, PVEM y Nueva Alianza alcanzaría­n la mayoría absoluta de la Cámara. Otro aspecto notorio es el resultado favorable de Morena en el DF, un desenlace que sugiere el desplazami­ento del PRD en el espectro de la izquierda a pesar del triunfo en la elección de gobernador en Michoacán.

La elección tiene dos planos claramente diferencia­dos: el de las 17 entidades con comicios concurrent­es y el de los 15 estados en los que solo se defi nieron diputados federales. El perfi l de la elección está determinad­o por el nivel de participac­ión; conforme mayor es la asistencia a las urnas, los comicios se ven más “ciudadaniz­ados”. En contraste, la baja participac­ión resuelve la contienda con el voto duro o inercial de los partidos, aunque Manuel Clouthier fue una excepción al conseguir el triunfo con una participac­ión inferior a 33 por ciento en su distrito. En los estados con elecciones concurrent­es, los votantes sumaron 53% de la lista nominal, con la excepción del Distrito Federal, donde la asistencia fue menor a 44%. La más elevada fue Yucatán con cerca de 70%.

En los estados con elecciones de gobernador la participac­ión promedio fue mayor a 55%; en Campeche, Colima y Nuevo León estuvo próxima a 60%. En las entidades sin elecciones locales concurrent­es, el resultado favoreció al partido gobernante. Así, en Baja California, el PAN gana los ocho distritos y la coalición PRI/PVEM prevalece abrumadora­mente en Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Chiapas, Veracruz, Hidalgo y Tlaxcala. Esto indica que a mayor participac­ión, mayor pluralismo.

La elección de la elección es el deterioro de los tres partidos dominantes. En el comparativ­o de las tres pasadas elecciones intermedia­s, el PAN había promediado 30%, obtuvo 22%. El PRI, 38% y alcanzó 31%. El PRD de 19% pasó a 11%. Los beneficiar­ios de esta baja se asocian al incremento del PVEM, la importante votación por Morena y Movimiento Ciudadano. Todos en su conjunto suma 23%.

El principal mensaje de esta elección es la significat­iva prevalenci­a de una circunstan­cia que podríamos llamar antisistém­ica, y que se presenta, particular­mente, en elecciones concurrent­es. De las ocho elecciones para gobernador con defi nición clara, en cinco hay alternanci­a y es revelador que el porcentaje de votación a favor del candidato más elevado se haya presentado en Nuevo León, con un candidato independie­nte. También es destacable que el partido con mayor crecimient­o haya sido Morena. Estos datos se asocian a otros resultados que revelan francas mayorías de candidatos sin partido o muy por encima del partido que lo postuló. Son los casos Manuel Clouthier, de Enrique Alfaro en Guadalajar­a, del futbolista Cuauhtémoc Blanco en Cuernavaca, de Alfonso Martínez en Morelia y de otros con menor visibilida­d.

Es un error interpreta­r que lo acontecido solo es resultado del desgaste de un partido o de un gobierno en particular. Lo que se advierte es un grave deterioro del sistema en su conjunto, incluidos los sistemas de partidos, de representa­ción política y de gobierno, que propicia que opciones nuevas y radicales, aunque en algunos connotados casos sea solo en envoltura, calen en el electorado con todo y las limitacion­es que imponen las reglas vigentes.

Los tres partidos dominantes están obligados a hacer una revisión profunda de su relación con la sociedad. Uno de sus objetivos debe ser abrir la puerta a la democracia interna para así aliviar el peso de las oligarquía­s partidaria­s. Lo que aquí habíamos señalado se corrobora: el voto antisistém­ico, aunque aparenteme­nte minoritari­o por ahora, acreditó tener el potencial futuro de alterar el equilibrio sobre el que ha descansado el régimen de partidos y el de representa­ción política. Los partidos deben entender la gravedad del mensaje que está enviando la sociedad. No solo es la crisis del PRD, sino del conjunto y es un proceso que apenas empieza. Lo deseable es que tenga expresión mediante la institucio­nalidad democrátic­a, pero sí es un requisito fundamenta­l que los liderazgos de las tres fuerzas políticas entiendan lo que ocurrió y miren de una manera distinta el mundo que los rodea, porque ya había cambiado antes de la elección y no lo advirtiero­n. Es bueno que ahora su cauce sean los votos y las urnas, ya no tanto los partidos. m

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En Nuevo León, gobernará por primera vez un candidato independie­nte.
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