Desde Uruguay, José Mujica y la revolución tranquila
Conocido por sus playas emblemáticas como Punta del Este, su obsesión por el mate y su no menos obstinada reivindicación como propio del argentinísimo Carlos Gardel, Uruguay saltó de pronto a la palestra internacional de la mano del ex guerrillero y hoy ex presidente José Mujica, cuya culto a la honestidad política y la vida sencilla lo convirtieron en tan solo cuatro años en uno de los líderes más respetados del planeta.
Quién es Mujica, cómo se forjó y por qué despierta pasiones luego de haber transitado un largo camino de las armas guerrilleras y la cárcel a la paz, son las preguntas que busca responder el periodista uruguayo Mauricio Rabuffetti (1975), actual editor de la sección económica de la Agencia France Presse (AFP), colaborador del New York Times y columnista del periódico El País de Uruguay.
En su introducción “Más allá de las fronteras”, Rabuffetti nos acerca de golpe a este “personaje de película”, como él llama al octogenario Mujica (1935), presidente número 40 de la pequeña pero pujante República Oriental del Uruguay, con 3.4 millones de tranquilos –y no tanto– habitantes, que ostentan según la ONU el nivel de alfabetización más alto de América Latina, siendo además según Transparencia Internacional, el segundo país del área, después de Chile, con menor Índice de Percepción de Corrupción. También es el tercer país (después de Argentina y de Chile) con mayor Índice de Desarrollo Humano.
Este es el Uruguay que Mujica gobernó de 2010 a 2015 tomando la estafeta del también izquierdista Tabaré Vázquez –quien acaba de volver a imponerse en las urnas para un segundo mandato a nombre del Frente Amplio. Mujica, dice Rabuffetti, “tiene todas las dimensiones de un personaje de película, en el sentido cinematográfico más puro. En los ochenta años que lleva vividos con intensidad, pasó por todas las etapas y estadios que cualquier novelista imaginaría para el héroe de su historia. Es un hombre carismático y pasional, de humor cambiante, reflexivo y por momentos anárquico. Un político trabajador y pícaro, capaz de asumir derrotas y seguir adelante”.
De hecho, Mujica pasó en total 15 años de su vida preso desde que en la década de 1960 se integró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, con el que participó en operativos guerrilleros y debió refugiarse en la clandestinidad. Una historia, común a la de miles de uruguayos, que dieron pie a un sinnúmero de libros, documentales y reportajes aunque, dice Rabuffetti, “el Mujica que conocí cuando asumió la presidencia del país, fue algo diferente al político que conocía como un ex guerrillero reconvertido a demócrata, mezcla de campesino culto, político urbano y caudillo criollo a la vieja usanza”.
Concebido como un ejercicio de reconstrucción y análisis de la vida y la trayectoria política de Mujica, inseparable a su vez de la identidad de Uruguay, el libro José Mujica. La revolución tranquila (Ed. Aguilar, México 2015, pp.287) es un ameno pero muy profesional relato sobre lo que su prologuista, el español Miguel Ángel Bastenier, denomina sin más el “misterio Mujica”; muy posiblemente más criticado en su propio país que en el exterior, donde por otro lado también asombró –y removió posturas y pretextos– al proponer medidas como la legalización completa de la cannabis y que el Estado se convierta en su productor y distribuidor; además de apoyar sin cortapisas ni remedos morales la legalización del aborto y de los matrimonios gays.
Dice Rabuffetti: “Mujica es un hombre político que construyó su forma de ver el mundo a partir de la acción primero y de la reflexión después. Estas dos líneas confluyen en el dirigente que conocemos hoy, que se explica tanto por su pasado como por el contexto histórico que le tocó gobernar”. m