Deseos y crisis
La semana pasada se realizó en el centro cultural Los Talleres la presentación de la pieza Deseosmórbidos, del coreógrafo Miguel Ángel Palmeros, como parte de la temporada Danza por la Libre 2015. Esta pieza explora el placer y la fascinación que pueden brindar la creación y la destrucción, aborda y explora a fondo inquietantes emociones y conductas humanas.
Con la obra de Palmeros se vive una aproximación a un lenguaje simbólico que, a través de los diseños corporales, construidos con los bailarines, establece analogías muy interesantes que se recrean en imágenes estremecedoras. Con todo este lenguaje simbólico el coreógrafo plantea “provocar interés en la forma, el movimiento y el contenido”, en una relación estrecha con la que desdibuja la frontera entre horror, sensualidad, violencia y erotismo. Como dice el propio Miguel Ángel Palmeros, con su pieza coreográfica propone al público “una exploración en torno al erotismo inmerso en caos y muerte”.
Se trata de un planteamiento estético que se inserta en una realidad nacional compleja como la nuestra, y que acierta al enlazar dos dimensiones que ocupan a los creadores del México convulso de hoy: la dimensión de lo bello, presentada a través de la propia estética de los cuerpos; y la dimensión del horror que representan las guerras, la violencia y la hostilidad entre el género humano.
El coreógrafo decide al mismo tiempo distanciar su visión de estas inquietudes temáticas al inspirarse en imágenes, fotografías y documentales de la Primera y Segunda Guerra Mundial, Vietnam y Corea, así como obras del artista austriaco Egon Schiele, “cuyas pinturas son eróticas y mórbidas al mismo tiempo”.
El distanciamiento hacia estas líneas temáticas tan estremecedoras despierta un sentido reflexivo más profundo. Es la perspectiva la que nos acerca al horror sin el deseo de evitarlo.
La propuesta de Deseosmórbidos es la unión de dos categorías estéticas que se asumen antagónicas, pero que tienen puntos de contacto: lo bello y lo grotesco. Ahí observamos y hacemos conciencia de la extraña fascinación que generan imágenes grotescas que se equiparan con la belleza del erotismo. La coreografía de Palmeros evidencia el natural gusto por ellas, en muchos sentidos las desmitifica y libera al espectador de la sensación de culpa.
Una virtud de este trabajo coreográfico es la visión plástica del cuerpo en la composición espacial, a la que imprime una serie de matices que lo mismo aceleran el pulso que permiten asimilar lo visto mediante pausas orgánicas.
Mirando esta pieza podemos confirmar el potencial analítico y reflexivo, más allá del nivel ornamental que posee la danza. En un momento histórico que Lipovetsky llama “la era del vacío”, es el arte el que se llena de forma y contenido.
Cuando parece que lo que menos importa es el discurso o el planteamiento de una idea, artes como la danza se atreven a fusionar la forma coreográfica con un discurso en el que confluyen temas profundamente humanos.
De muchos momentos de crisis ha abrevado el arte para que la humanidad canalice sus dolores y preocupaciones, pero también en donde refleje sus múltiples utopías y esperanzas. En los momentos de crisis el arte ha proporcionado rutas y ha lanzado luces para reflexionar, denunciar e imaginar.
La danza ha proporcionado a intérpretes y público la posibilidad de asumirse como seres creativos, generadores de vida y transformadores de la propia realidad. La danza otorga la posibilidad no solo de describir el mundo, sino de transformarlo.