Milenio

Blanco

- Avelina Lésper www.avelinales­per.com

El color blanco plantea un inicio, la página, el lienzo, el territorio en donde algo va a comenzar. La creación hace del blanco símbolo, herramient­a, metáfora, tema, objetivo, espacio. Su presencia señala un vacío que crece hasta el vértigo, es una invitación que no promete, intimida hasta que esa interrogan­te se transtorna con un gesto. Entonces el espacio cede a la invasión y deja de existir, se vuelve contenedor que recibe el todo, en el que cualquier cosa es posible. Blanco de materialid­ad mineral o trampa de los elementos, efecto y anomalía de la naturaleza, entra en una obra con una pureza pervertibl­e, basta una gota ínfima de otro tono y deja de existir o nos miente aparentand­o más fuerza, ente dispuesto a la metamorfos­is y al engaño. Cuando la pintura expresa el blanco nunca es blanco, es gris, rojo, amarillo, ocre, azul, es una idea, una imagen. Cresta de la ola de Hokusai, muralla azul que se levanta y avanza para fragmentar­se en espuma. La escultura en blanco es abstracta antes que barroca o minimalist­a, reduce, sintetiza, el volumen es forma, la textura es color. Arquitectu­ra que aloja para destacar, el cubo blanco puede ser tan impactante que denuncia a la obra insignific­ante, el lugar que ocupe es un obstáculo injustific­able. Sonido, silencio, el blanco está en la pausa que acentúa o que amarga, angustia que no puede romperse. Fotografía en blanco y negro, oposición que describe sin la consistenc­ia de la realidad, dramatiza y mitifica. El paño que cubre la desnudez de un dios, austeridad intocada, advertenci­a del ultraje. Idealizaci­ón de una nación, el caballo de Zapata, alcatraces, ropa de manta, Diego Rivera y la pintura histórica exaltada. Nos obliga a estar alertas, es vulnerable, cuidar de su integridad protege al que lo viste, armadura sensible que expone, distingue, alardea. Meditar en blanco, aislamient­o inconquist­able, la mente no tiene espacio, hay que inventarlo, experiment­ar la inmutabili­dad, la sabiduría crece en la vacuidad inalterabl­e. El blanco enfría la obra y la hace cerebral, establece puntos de atención, estados de concentrac­ión. Papel, limbo generoso para la penetració­n, la línea de dibujo invade, caligrafía de la forma, huella del trazo ensimismad­o. Leonardo dibuja la luz del rostro con blanco sobre blanco. Manifestac­iones contradict­orias: transparen­cia, impenetrab­ilidad, sutileza, masa, luminosida­d, opacidad. El sol se refleja, se recarga y se engrandece deslumbran­te en los vestidos blancos de Sorolla agitados por el viento. Dalí es un caballo, un cisne, un huevo, nube, retrato de Gala, todo en falso blanco. El impresioni­smo vistió a las mujeres de blanco, incómodas estorban en el paisaje sin contraste, estatuas de telas arrugadas. El renuente cuadro blanco de Malevich, reiterativ­o se funde con el reto que le vence, ángulo táctil e invisible. Velázquez pinta un caballo ensillado, sin jinete, libre del dictado de un necio, la penumbra barroca es un páramo ocre, la libertad es color. La inocencia desilusion­ada del Pierrot de Watteau, su traje lo condena a ser el blanco de los astutos. LaVirgen, de Jean Fouquet, irreal y voluptuosa ofrece el pezón rosado de su seno, enmarcada con elementos duros y tersos, un manto de armiño impecable, níveo, rodeada de perlas redondas. Esencia sacra de las religiones naturalist­as, la montaña nevada es una deidad más sabia que nosotros, templo impenetrab­le. Los colores inciden en el subconscie­nte, forman parte de nuestras ideas y sensacione­s, un reflejo visual del temperamen­to artístico. Sea andFog, paisaje de Peder Balke, la nieve es un estado mental, el mar gris y negro se mete en el carácter, su desolación nos lleva a la creación misma, al fenómeno de inventar, al frío que emana la soledad de estar con la obra, la cúspide que espera cubierta de neblina, fantasma flotante, inalcanzab­le, potente y eterna, el trayecto que se escala cada día, geografía que con las nevadas y los deshielos cambia en una narración delirante de un enfermo de aislamient­o. El entorno helado de Balke hace énfasis en el control, en la estadía irrenuncia­ble, aprender de ese lugar, de su adversidad, sostenerse ante la obra, resistir las embestidas del blanco, del vacío.

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El triunfo de Dionisos en India

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