Prueba de reflejos
En una tradición literaria con inclinación a lo estentóreo, cuesta trabajo asimilar un temperamento literario discreto, equilibrado y cordial, como el de Alfonso Reyes. Mucho más difícil se vuelve esta asimilación, cuando se trata de un autor oceánico que cultivó los más distintos géneros y asuntos y cuyas obras completas rebasan los veinticinco tomos (sin contar sus diarios). Cierto, la de Reyes era una existencia adscrita a la letra, con una marcada autoconciencia de su identidad de escritor, que asumía la escritura de una manera tan gozosa y espontánea como la respiración o la comida. Existen muchas antologías de Reyes, pero algunas ya no circulan; otras son demasiado cortas; otras ocupan varios volúmenes y otras más se especializan en algún aspecto de su obra. Un hijo menor dela palabra (FCE, México, 2015) es una nueva selección realizada por el reconocido historiador Javier Garciadiego que ofrece, en un volumen, una visión panorámica de la obra multifacética de Reyes, acompañada de una breve pero reveladora semblanza. A partir de dicha semblanza es posible entender que, si bien Reyes nació en una cuna dorada, su trayectoria estuvo lejos de ser cómoda y su vida contiene momentos de inmensa desazón y desdicha. Bien conocida es la desgracia política que se ceba en la familia Reyes, que baja de su nube al joven Alfonso y que lo obliga a viajar a Europa “a ser pobre y hacerme hombre”. Es sabido también que Reyes casi nunca fue un escritor de tiempo completo y combinó su carrera literaria con la faena periodística, el desgastante trabajo diplomático o la promoción cultural. De modo que, contra lo que parecería indicar su sobreabundancia, su obra no fue sistemática, sino azarosa, derivada lo mismo de profundas obsesiones y aficiones (Grecia, por ejemplo) que subsidiaria de encargos y compromisos.
La selección de Garciadiego se agrupa en once secciones que permiten abarcar lo esencial de cada una de las facetas de Reyes. La antología no solo restituye textos fundamentales, sino que pone a prueba los reflejos del autor, pues enfrenta una escritura, desprovista de su halo canónico, a nuevas circunstancias y prácticas de lectura. En el caso de Reyes, si bien hay algunas páginas marchitas, la elasticidad y actualidad de muchas otras son sorprendentes y van desde el carácter grácil, lúdico y reconstituyente de su verso hasta su prosa crítica afable y gozosa, que comprende su incipiente rescate de la tradición mexicana, sus atisbos sobre la inteligencia americana, los testimonios de su curiosidad universal y su afición a Grecia y, sobre todo, sus ensayos sobre cultura y vida pública que, pese a lo rebasado de las circunstancias, aparecen plenos de sentido común y pertinencia. Si la antología restituye una obra, también restituye un carácter: una sociabilidad del espíritu que se traduce lo mismo en insaciable curiosidad por los demás (seres o culturas), que en ánimo de ponderación, urbanidad y conciliación.