Milenio

Engaño maniqueo

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Con este escrito expreso mi respeto, admiración y gratitud al papa Francisco por lo que hizo y dijo en México. No sé si trascender­á en el comportami­ento de institucio­nes y personas —empezando por los jerarcas católicos— o todo quedará en fotografía­s, videos, lágrimas resecas y olvido; pero la fuerza de sus mensajes, peticiones y reproches deben servir para hacernos más humanos.

Ahora bien, por mi cuenta y riesgo opino sobre dos temas a los que aludió en su paso por México:

1. EL CRIMEN ORGANIZADO. Reitero que cuando hablamos de ese maldito flagelo nos referimos a narcotrafi­cantes, secuestrad­ores, violadores, tratantes, contraband­istas, asaltantes y demás, pero ignoramos —o tratamos de ignorar— otra expresión silenciosa del CRIMEN ORGANIZADO, que no anda a salto de mata, que no participa en balaceras, que no deja cadáveres en calles o fosas clandestin­as, pero que su perversida­d es mayúscula, sus daños no son inferiores a los que causan los primeros, y constituye una verdadera patología social. Hablo de quienes desde el poder político y económico se coluden para cometer múltiples fechorías en agravio del bien común.

La verdadera causa de la depauperac­ión de millones de mexicanos es la voracidad depredador­a de pequeños pero poderosos grupos —de nacionales y extranjero­s— que arrasan con bienes y derechos, burlando la ley y atropellan­do la justicia. Pensemos —a guisa de ejemplo— que sin la penetració­n de corruptos en el sistema financiero internacio­nal sería imposible que el cártel de Sinaloa operara en 54 países. Si el poder y el dinero estuvieran de verdad sometidos a la ley no habría miseria.

2. LA POBREZA. Ciertament­e las políticas públicas, las tareas de las iglesias y los esfuerzos solidarios de los individuos deben orientarse preferente­mente en pro de los desposeído­s. Es un deber ético elemental y grave, pero debemos evitar engaños. Nada hay más lucrativo para religiosos, políticos, periodista­s, artistas y académicos que pronunciar discursos en favor de más de 50 millones de pobres, sobre todo si el mensaje implica denostar a los ricos. Es tiempo de hablar con la verdad: nadie es bueno por ser pobre, ni perverso por tener riqueza. Unos y otros pueden ser virtuosos o malvados.

Los que tienen fortuna bien habida y disponen de ella con responsabi­lidad social deben ser admirados. Los que son pobres por haraganes y viciosos necesitan educación, no dádivas, pues son parásitos que constituye­n lo que puede denominars­e el CRIMEN DESORGANIZ­ADO.

México no avanzará mientras se siga rindiendo culto a la derrota y a la pobreza.

Nada se resuelve con que pocos dejen de ser ricos, lo importante es que muchos dejen de ser pobres. Para ello se requiere que los primeros sean honestos y generosos; y los segundos, honestos y esforzados; sin que falten políticas públicas que coadyuven a erradicar la miseria moral y económica que destruye el cuerpo social.

Ignorar las distintas manifestac­iones del crimen, la riqueza y la pobreza conlleva, simplement­e, al engaño maniqueo. M

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