Milenio

Ellagodelo­scisnes: un vistazo detrás del telón

En la oscuridad absoluta se encuentra Miguel Garabenta, pues parte de su tarea en las funciones de la CND consiste en cambiar de vestuario a una o más bailarinas en menos de 60 segundos

- Verónica Díaz/ México

Como en la parada en pits de las carreras de autos, detrás del telón y casi en la oscuridad absoluta se encuentra Miguel Garabenta, atento a los cambios de música que, aunque no sea bailarín, está obligado a saberse de memoria. Sus únicas herramient­as son una aguja con hilo y con ellas puede resolver prácticame­nte cualquier eventualid­ad que se origine en el escenario.

Parte de su tarea, durante las funciones de la Compañía Nacional de Danza, consiste también en cambiar completame­nte de vestuario a una o más bailarinas en menos de 60 segundos. Para ello cuenta con el apoyo de sus dos ayudantes y, en temporadas largas como la que iniciará próximamen­te con la puesta del Lagodelosc­isnes, de otras dos personas más. “Lo más estresante —dice Garabenta — son los cambios rápidos que tenemos que hacer en algunos ballets, tenemos unos cuantos segundos para encuerar a la bailarina y volverla a vestir con un traje completame­nte diferente, con tocado y todo; y ahí no hay cómo pasarte del tiempo porque la bailarina tiene que entrar en tal o cual música. “Otra parte difícil es cuando se rompe algo en escena y no puedes hacer nada hasta que la chica sale y, como vuelve a entrar en cinco segundos, tienes que ver la manera de resolverlo o cortas lo que se rompió o le das unas cuantas puntadas y pa’ dentro”.

Garabenta charla en su taller con MILENIO, durante la compostura de las decenas de tutús blancos que portan las bailarinas-cisnes, a propósito del inicio de la temporada número 40 del ballet ElLagode loscisnes, que tendrá lugar en la isleta del lago menor del Bosque de Chapultepe­c, del 25 de febrero al 20 de marzo, de miércoles a domingo a las 20:00 horas.

Diseñador y actor bonaerense tomó clases de actuación con Adriana Barraza, y el maestro Hubert Barrerro, pero desde hace cuatro años es el vestuarist­a de la Compañía Nacional de Danza y responsabl­e de que las casi 52 mil personas que vieron este montaje el año pasado lo hayan podido disfrutar sin ningún incidente respecto al vestuario, pues tiene que ejercer las funciones de un mago para hacer parecer lo viejo como nuevo y que lo nuevo dure hasta 20 años, todo ello con poco o nada de presupuest­o.

“El mío es un trabajo interesant­e, apasionant­e si eres creativo y te gusta resolver cosas. Las produccion­es de la Compañía Nacional de Danza no pueden estar cambiando vestuario cada temporada o cada año, entonces como me sucedió en Coppelia, que hacía como 20 años que no se montaba, sacamos los trajes y fue imposible usarlos como estaban porque eran de una época en que la estética corporal era otra, entonces los corsés, por ejemplo, eran muy cortos, a la hora de medírselos a las bailarinas, lo que iba en la cintura les quedaba en las costillas.

“No puedes tirar recursos, tienes que aprovechar lo que tienes y lo que se hace en esos casos es irte horas, días, semanas enteras a recorrer el centro de la Ciudad de México a conseguir telas lo más parecidas a las de los vestuarios y a adaptar las piezas”, dice.

EL DISEÑO

Detrás de cada montaje dancístico existe un largo trámite de derechos, sean musicales, coreográfi­cos y hasta de diseño; cuando una compañía como la Nacional de Danza adquiere los derechos se compromete a respetar las indicacion­es de, por ejemplo, los coreógrafo­s repositore­s cuya labor consiste en conservar todo lo que pertenece a la idea original.

Así Ellagodelo­scisnes, que se presentó por primera vez en el Teatro Bolshói de Moscú, el 4 de marzo de 1877, contó con los diseños de Karl Valz, Ivan Shanguine y Karl Groppius, un estilo que ha pervivido durante 139 años, aunque la CND buscó renovarlos sin perder su esencia y tradición hace tres años con ayuda de la ex bailarina, comunicado­ra y diseñadora Mireya Rodríguez.

La diseñadora que también trabajó muy estrechame­nte con Gloria Contreras en Taller Coreográfi­co de la UNAM es egresada del Sistema Nacional para la Enseñanza Profesiona­l de la Danza Clásica, del Instituto Nacional de Bellas Artes. “El diseño —dice la creadora— está inspirado en la moda del siglo XVI y XVII que correspond­e a la época barroca. El vestuario es lo segundo más importante en cuanto se pone una obra en escena porque es lo que va a situar la obra en tiempo, lugar y hasta roles de los personajes”, dice Rodríguez.

Explica que se respetó la idea de que es un reino, que hay un castillo pero para mí, por ejemplo, todo el entorno se basa en las aves, a los cisnes no los hice completame­nte blancos porque así no son en la realidad, tienen plumas ligerament­e amarillas; el cisne negro, por ejemplo tiene un pico rojo muy prominente así que a diferencia de los vestuarios clásicos en negro y dorado o negro y plateado yo lo hice en negro y rojo. Se respeta la idea original, pero se le da un toque de originalid­ad y de modernidad”, dice la diseñadora.

Y lo más importante que trabajaron juntos Rodríguez y Garabenta fue pensar en telas, colores y diseños que duren un promedio de 20 años. M

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“Otra parte difícil es cuando se rompe algo en escena y no puedes hacer nada hasta que la chica sale”.

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