Un sorteo limpio para una Copa bajo sospecha
No había demasiado margen para manipular las cosas. Un sorteo entre 16 selecciones, como el que se efectuó ayer por la noche en Nueva York como arranque formal de la Copa América del Centenario, forzosamente iba a arrojar rivales complicados. Lo tendrá el equipo mexicano en el representativo de Uruguay, en su primer partido, en Phoenix, el 5 de junio. Eran los charrúas o los colombianos, ecuatorianos o chilenos, pero los dirigidos por Juan Carlos Osorio iban a enfrentar a un equipo duro. Uno duro y dos relativamente fáciles, como los otros tres cabezas de grupo.
Jamaica y Venezuela los otros dos integrantes del Grupo C son, en el papel, asequibles para los mexicanos.
Pero más allá del sector que encabeza México, me llama la atención el Grupo A, donde se situó a la selección anfitriona, la de Estados Unidos. A los que se supone iban a consentir, a los que les iban a regalar el pase, la “suerte” les puso tres rivales temibles: Colombia, Costa Rica y Paraguay. Habría que haber visto la cara de Jürgen Klinsmann sentadito ahí en el teatro donde se llevó a cabo el sorteo, cada que aparecía el nombre de sus rivales.
Guste o no guste el comentario hay que decir que este torneo será visualizado y analizado por el comportamiento ético de los organizadores y participantes. Tanto la Concacaf como la Conmebol han estado inmersas en procesos de investigación precisamente en Estados Unidos.
La adjudicación de los derechos televisivos, las negociaciones que el comité organizador tiene abiertas con las empresas propietarias de los estados, entre otras cosas, están siendo revisadas en detalle.
Durante el desarrollo del torneo, no le quepa duda a nadie, el FBI estará siguiendo con mucha atención los “errores” arbitrales y el posible involucramiento de los protagonistas con las mafias de apostadores.