Milenio

Chicas malas

- BRAULIO PERALTA Twitter: @Braulio_ Peralta

Él las admira porque no son lo que los demás predijeron. Casa, hogar, hijos: madre, sacrificio, culpa. No. Ellas decidieron revelarse a ser vidas libres, en el impulso de su naturaleza. Ellas son admiradas por hombres y mujeres en el planeta no por tener descendenc­ia, no, sino por convertir en creativida­d su existencia. Y aunque pueden tener hijos en libertad, deciden solas impulsar el vuelo sin ese que inventaron es el sostén de la tierra: el hombre.

Actrices, cantantes, escritoras, compositor­as o pintoras son ejemplo de lo mucho que pueden ser sin abandonars­e a un destino manifiesto, ese que las empuja a ser pilar arrastrand­o el peso de la historia donde las mujeres son comparsa del hombre y sus decisiones. No. Dicen no y se levantan con o sin compañero, con o sin hijos y se perfilan como una vida propia capaz de levantar un mundo, su mundo sin importar el resto del planeta.

Porque al final de cuentas lo que importa es lo que quieres de tu vida, no lo que decidieron en tu casa. Porque importa lo que quieres tú, no los demás. A trabajar se ha dicho. A levantarse por sí mismas. A procurar ser una y nadie más. Intentarlo es aprender que la vida son los actos propios, no el movimiento de rotación de la Tierra. Uno es la vida, no los demás. Uno es el que se mueve, no las circunstan­cias.

No diré sus nombres pero muchos las conocen. Son famosas. O inéditas que empiezan apenas a despuntar en su búsqueda. O ni siquiera salen en los medios tradiciona­les pero ellas son su hogar, no la familia ni los hijos. Ellas construyer­on el espacio al estilo de Virginia Woolf en Una habitación propia. Pero ahora ni siquiera requieren del aplauso exterior como en la antigüedad: porque cada vez son más y ni siquiera se tuvieron que confesar como feministas.

Cada vez admiro más a las que se levantan en su desgracia social, familiar, económica, laboral. Las que enfrentan el destino propio y tiran a la calle lo que les estorba, sí, aunque las acusen de egoístas, individual­istas, independie­ntes, o las califiquen de putas. La clasificac­ión empobrece al que lo pronuncia…

Él ama a estas mujeres por osadas, atrevidas, ellas mismas. Porque no temieron ser, aunque sea al final de su vida. Porque fueron una mancha en la historia de las mujeres que despertaro­n a otras mujeres. Y ya, me callo. Que su historia y su lectura hable por ellas.

La tía Carmen fue como ellas.

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