A DÓNDE NOS LLEVAN NUESTROS PIES
Un largo camino recorrió Carlos Fuentes (1928-2012) para la escritura de la novela Aquiles o El guerrillero y
el asesino, publicada ahora gracias a la decisión amorosa de Silvia Lemus. Casi tan largo como la dramática experiencia en la que se adentra, al recordar la biografía del guerrillero colombiano Carlos Pizarro, que no es otra que la búsqueda de la libertad en una región marcada por la violencia y la usurpación de los valores de sus habitantes.
Ya advertido en diferentes momentos por el mismo Fuentes, Aquiles… se fue escribiendo a pausas y durante veinte años o más. En una labor íntima, característica de toda obra creativa, aunque siempre con la mirada atenta del novelista al universo inspirador: perennemente traumático y siempre esperanzador.
Es cierto, Aquiles… nos lleva a una región y sus protagonistas. Al nacimiento de una rebeldía encarnada en el pequeño grupo de guerrilleros colombianos (el vulnerable Aquiles, el alegre Diomedes, el dubitativo Cástor, el ensimismado Pelayo), que desde “la emoción de los hechos” caminaron hacia lo más hondo de su tierra, “larga noche sin relojes”, en busca de su destino. Pero también al imaginario colectivo en ellos resumido, y vuelto a imaginar por el novelista, espacio abierto a la inclusión de muchas historias más. “Nuestras noches van a ser largas y mañana quién sabe si sigamos vivos… —visualiza Diomedes— Por lo menos debemos inspirar historias…”
Anudados por la violencia y la historia los guerrilleros renunciarán a la ciudad y a la comodidad de un mundo, de una familia. Ya en la selva, solitarios y silenciosos, escucharán sus pensamientos y las razones de su decisión. “¿¨Por qué se fueron a la guerrilla?” —interrogante de múltiples respuestas—. “Los corrieron de la universidad…”, “…sentían el llamado de la selva…”, “las rebeliones estudiantiles de los sesenta, el 68 parisino, las amistades trotskistas y maoístas, la revolución cubana, revolución con pachanga, barbuda, alegre, joven, una mentada de madre a los gringos en su propio patio trasero, y más…”.
No hace falta recordar el devenir de estas vidas recobradas por Fuentes (Diomedes: “a las ciudades”; Cástor: “al campo”; Pelayo: “esperar”; Aquiles: “atacar”). Menos la de este último (la conocida y trágica historia de Pizarro, Comandante Papito, el carismático líder del M-19 colombiano). El destino de un hombre que, como Zapata y Guevara, evocan al novelista el bellísimo Cristo muerto de Mantegna, el pintor del quattrocento italiano. “¿A dónde nos llevan nuestros pies, por qué nos llevan a donde ni nuestra cabeza ni nuestro corazón quieren llevarnos?”.
Entregada a los editores por Silvia Lemus (“Sólo la alabo en nombre de la perfección que le otorgo, aunque no la tenga, y que ella me ofrece, aunque no la vea”, escribió de ella Fuentes), Aquiles… cierra el ciclo de obra narrativa nombrada por él mismo La edad del tiempo, donde únicamente quedó sin escribir Prometeo o el precio de la libertad. m