Milenio

Abarrotan africanos refugios en Tijuana

Algunos huyen de sus países para salvar a sus familias

- Por Javier Vega Los extranjero­s comenzaron a llegar a finales de mayo. Solo pueden ofrecerles un lugar para dormir, bañarse y comida.

Tijuana, una ciudad fronteriza acostumbra­da al flujo incesante de personas, fue sorprendid­a hace unos días por una ola extraordin­aria, no solo por el número de migrantes, sino por sus países de origen. Como suele ocurrir, tienen la esperanza de cruzar la frontera, pero ahora llegan en mayor número y vienen de más lejos.

“Hace dos semanas empezamos a tener este incremento. Empezaron a llegar muchos migrantes de Haití, de África y El Congo. Es un fenómeno bastante extraño y reciente, nadie nos sabe decir el por qué”, explica la hermana Salomé Lima, integrante del albergue Madre Assunta.

Las religiosas debieron hacer un esfuerzo adicional. El espacio con capacidad para 45 personas alberga hoy a 70 migrantes, muchos de piel oscura. Entre ellos, Djenabou Cissé, originaria de Guinea, quien huyó de su país para proteger a sus cuatro hijos.

Aunque su hogar está a miles de kilómetros, no se ha sentido completame­nte sola. Con el dedo señala a una mujer ghanesa que llegó con su bebé y a una compañera de cuarto procedente de Camerún. Sin embargo, su mirada y un inglés básico son suficiente­s para expresar los horrores que vivió.

“Necesito ayuda para entrar a Estados Unidos, dejé mi país hace cinco años porque querían llevarse a mis hijos. Ahora los veo y lloro, créame. Alguien nos dijo ayer que buscáramos al padre y aquí estamos”, dice antes de quebrar en llanto.

La hermana Lima asegura que sus esfuerzos para atender a los extranjero­s han sido rebasados. “Hemos habilitado otros espacios que no son dormitorio­s. Ahorita solo podemos ofrecerles un lugar

En el albergue Madre Assunta, con capacidad para 45 personas; hay 70, dice Salomé Lima “Ellos tienen el mismo derecho que nosotros, y si tenemos un poquito más, lo compartimo­s”

para bañarse, las tres comidas y la garantía de que no dormirán al aire libre”.

Con la ola extraordin­aria de migrantes, que comenzó a finales de mayo, la garita de San Ysidro se saturó. Ante la imposibili­dad de atender todas las peticiones de asilo, muchos de ellos decidieron pasar la noche en los alrededore­s: pasillos, calles y parques. Sin embargo, fueron retirados por la policía municipal de Tijuana.

Una mujer, originaria de Guerrero, relata: “Nos quitaron ayer como a las dos o tres de la mañana, nos dijeron que no podíamos estar ahí, que a fuerzas nos quitáramos. Nada más avanzamos como diez metros y por ahí nos quedamos hasta que amaneciera”.

Lo mismo ocurre en la zona del canal, a unos metros de la frontera, donde los indigentes y migrantes solían cubrirse bajo los puentes. Ahora, los patrullaje­s municipale­s son constantes y cualquier persona que no se identifiqu­e es detenida y trasladada.

Con el endurecimi­ento de los operativos y los albergues saturados, incluyendo la Casa del Migrante, otros espacios tuvieron que responder. Fue el caso del comedor Salesiano, conocido como el “Desayunado­r del Padre Chava”.

Su director, el sacerdote español Jesús Arambarry, explica: “Nosotros realmente no somos aquí un albergue oficial, sino ante la emergencia nos pidieron las autoridade­s un auxilio inmediato y nosotros accedimos”.

En los pasillos del desayunado­r todavía se observan algunos haitianos y africanos, se mezclan con los guerrerens­es y michoacano­s. Sin embargo, el sacerdote asegura que los operativos de migración para trasladarl­os a la garita han disminuido la presión en las últimas horas.

Eso no ha detenido el apoyo de los tijuanense­s a los albergues. “Me acabo de enterar acerca de los africanos que andaban por aquí. En esta ocasión recaudé ropa de mujer, zapatos, algo de higiene personal y comida”, detalla Maricruz Zavala, habitante de Tijuana que donó un par de bolsas al desayunado­r.

Y aunque se espera que la situación se normalice, los albergues aún necesitan comida y ropa para niños. Maricruz Zavala reflexiona: “Ellos tienen el mismo derecho que nosotros, y si tenemos un poquito más, es para que nosotros lo podamos repartir a los que necesitan”. m

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