Milenio

La hora de los resentidos

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Las armas no matan, dicen los amantes de las pistolas automática­s y los rifles de grueso calibre, pero cuando te puedes agenciar un fusil de asalto en la tienda de la esquina es mucho más probable que tus instintos asesinos se materialic­en en una pila de cadáveres. Esto, lo de que cualquier lunático con ínfulas de verdugo ejecutor logre tener el mismo armamento que los comandos de las fuerzas especiales, es sólo una parte de la ecuación. El otro elemento es la imbecilida­d y, finalmente, el tercer componente es el odio, ese oscuro resentimie­nto tan vilmente incitado, en estos tiempos, por los fanáticos intolerant­es. Y, bueno, podríamos hablar también de la despreciab­le cobardía de quienes atacan a seres humanos perfectame­nte indefensos, gente que está simplement­e ahí, en cualquier lugar, sin hacerle daño a nadie, y a la que, en una siniestra lotería, le toca una aberrante sentencia de muerte.

El debate sobre la alegre comerciali­zación de armas de fuego de altísimo poder seguirá en los Estados Unidos y se seguirán también escuchando las voces de quienes se niegan deliberada­mente a distinguir la diferencia entre el posible derecho constituci­onal a poseer una pistola para salvaguard­ar tu seguridad personal y la dudosa prerrogati­va de almacenar auténticos instrument­os de exterminio. Al final, se impondrán los torvos conservado­res que militan en la Asociación Nacional del Rifle y los fabricante­s de armamento se frotarán las manos mientras escuchan el imparable tintineo de la caja registrado­ra.

Y, bueno, a todos aquellos individuos que integran la subespecie-de-los-que-resuelven-susproblem­as-matando-a-los-demás, nunca les faltará un enemigo, no señor: existirán siempre homosexual­es, ateos, seguidores de religiones equivocada­s, liberales blasfemos y todos esos otros que, por el mero hecho de haberse atrevido a ofender al violento radical, merecerán ser asesinados.

Al rústico cretino que aniquiló a 50 personas en Florida le había alterado fuertement­e que se besaran dos hombres delante de él. Decidió entonces matar indiscrimi­nadamente a medio centenar de seres humanos. Por cierto, me pregunto qué tan oscurament­e complacido­s estarán los homofóbico­s de este planeta. Para muchos de ellos, supongo, esta abominable masacre habrá sido un acto de justicia divina… M

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