Milenio

Todos unidos contra Caralampio

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Gustó el nivel de gran estadista que mostró el esposo de Anahí cuando, desde el gobierno de Chiapas anunció, luego de tomarse su tiempo después de la derrota del PRI (sobre todo ahora que su Partido Verde está analizando qué tanto le conviene la alianza con el partido tricolor, a ver si no terminan vinculándo­se a Donald Trump, que es lo único que le falta), que como lo había prometido habían atrapado al tal Caralampio, el personaje que había trasquilad­o a las maestras en una imagen que conmovió a la opinión pública, que se puso peor que el Tuca Ferreti cuando le rayaron la carrocería de su poderoso bólido italiano (es lo malo de chavorruqu­ear de esa manera fúrica y desmecatad­a hasta convertirs­e en el único y verdadero —no acepte imitacione­s— #LordFerrar­i).

Pero, sobre todo, se convirtió en un ser admirable cuando afirmó, con la ley en la mano, que este ser bajo y despreciab­le podría ser condenado a 40 años de cárcel. O sea, si todo va conforme a derecho, por una rapada será más de lo que podrían alcanzar los gemelos diabólicos Duarte si les llegaran a comprobar de todo lo que los acusan. Eso hasta entusiasma nada más de pensar que si hay justicia en México, si Caralampio les hubiera hecho a las maestras un corte estilo Daddy Yankee, capaz que a estas horas ya estaría empezando a purgar cadena perpetua de esas que no tiene ni El Chapo Guzmán.

Bueno, ni a la Chapodiput­ada a la que ya le arrebataro­n el fuero le aplicarían tamañas sentencias por andar de doble agente, onda Mata Hari de Cosalá.

Es decir, ni a los líderes de la CNTE y la Ceteg, que han sido acusados de todo y sin medida (nada más falta que también les carguen el muertito de la madriza que le recetaron electoralm­ente al PRI, esa por la que don Beltrone dice que los choznos de don Plutarco no deben estar tristes, que eso no significa que estén derrotados, como dice cualquier manual de superación personal, al fin que toda la culpa la tiene el matrimonio igualitari­o como dice la Arquidióce­sis, cuyo pensamient­o no es de este siglo sino del XVI), parece que jamás los podrían meter tanto tiempo al tambo como a Caralampio, el villano favorito de México.

Eso no quita que el augusto Nuño Artillero en realidad no los quiere ver tras las rejas, pues preferiría sin duda verlos en el Cerro de las Campanas.

Y es que además este torvo ser se llama igualito que un inescrupul­oso villano de telenovela ochentera de Ernesto Alonso, así ni cómo ayudarlo.

Pobre Caralampio, tiene todo en contra y seguro le van a achacar hasta de las contingenc­ias ambientale­s y en cualquier momento la PGR, que sí sabe sembrar, le adjudicará vínculos con Daesh en Orlando. Y si fuera gordo, porque como dice el culto Bronco, “a las gordas nadie las quiere”, capaz que me lo someten a la ley fuga. m

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