Lo de allá es lo de aquí
Muchos mexicanos piensan que lo que está sucediendo en Europa y en Medio Oriente es algo muy alejado, que no nos concierne. Sin embargo, no solo por los efectos propios de la globalización, sino porque la raíz de los problemas es la intolerancia y el rechazo a la diversidad, en realidad, lo que pasa allá también está pasando por acá, únicamente bajo formas distintas. Expliqué lo anterior hace ya algunos meses con un texto relativo al Estado laico y Occidente. Allí intenté mostrar que, en realidad, el rechazo a Occidente no proviene exclusivamente de aquellos que se oponen desde el mundo islámico, como es ahora evidente en Europa, sino que proviene también de aquellos que, dentro del propio mundo occidental, rechazan las características propias de la cultura que éste produjo. Para definir cuáles son esas características, recurrí a un clásico, que es Harvey Cox, un pastor protestante, quien hace 50 años escribió un libro titulado The Secular City. Allí dicho autor reiteraba en su primer capítulo titulado “Las fuentes bíblicas de la secularización”, lo expresado a principios del siglo XX por el sociólogo alemán Max Weber y definía algunas de las características esenciales de la cultura occidental, ligando al judeo-cristianismo con el propio proceso de secularización. Decía: “El surgimiento de las ciencias naturales, de las instituciones políticas democráticas y del pluralismo cultural —todos desarrollos asociados con la cultura occidental— pueden difícilmente ser entendidos sin el ímpetu original de la Biblia”. Según Cox, la secularización, entendida como la liberación de la tutela del control religioso y de las visiones del mundo metafísicamente estrechas, sería un proceso positivo, empujado por un triple proceso: 1) el desencantamiento de la naturaleza que comienza con la Creación; 2) la desacralización de la política que inicia con el Éxodo, y; 3) la desconsagración de valores que tiene su origen en el Pacto del Sinaí, particularmente con la prohibición de los ídolos.
Ahora bien, lo que yo sostengo es que el odio a Occidente es también el rechazo a la secularización y sus productos. Y ese rechazo no proviene únicamente del fundamentalismo islámico, sino también del rechazo interno que los fundamentalistas de otras religiones, incluida la cristiana, tienen hacia el proceso de secularización y de laicización de las instituciones estatales y de la vida pública. Así que, en el fondo, quienes se oponen aquí al matrimonio entre personas del mismo sexo, en realidad no son muy distintos de aquellos fundamentalistas islámicos que, desde Europa misma o desde el Medio Oriente, rechazan a Occidente. m