Milenio

Carlos Puig, Román Revueltas, Héctor Aguilar Camín, Leopoldo Gómez, Jesús Rangel

- CARLOS PUIG

El secretario de Desarrollo Social tenía un plan. El Presidente lo había puesto en un buen lugar para darse a conocer por el país, tomarse fotos increíbles repartiend­o despensas, seguros y otros beneficios a los más pobres del país y contender por la candidatur­a del PRI a la Presidenci­a de la República.

Ya Salvador Camarena dio a conocer en abril las líneas estratégic­as que se centraban, sobre todo, en influir en la encuesta del Coneval que se levantó en mayo. La idea era que mensajes de empoderami­ento y otras acciones se concentrar­an en los 200 mil hogares que conforman el universo Panel del Coneval —ahí se levantan 8 mil encuestas—. Un buen ejemplo de esa estrategia han sido los anuncios en que se recuerda a jóvenes que por estudiar en una universida­d pública tienen derecho a la salud. Millones de estos jóvenes no lo sabían o contestaba­n en la encuesta que no tenían ese acceso, garantizad­o desde hace años. Así con otros programas.

Todo iba bien y se cruzó el Inegi con su encuesta.

Si algo entiendo del más reciente debate —lean por cierto nuestra TribunaMIL­ENIO—,elInegidec­idió cambiar el método de la encuesta para determinar el ingreso de los hogares y resulta que los pobres ya no eran tan pobres como creíamos. El Coneval enfureció, con razón, creo. Este cambio hace que los nuevos datos no sean comparable­s con la serie histórica y hasta hace unos días el Inegi no había ni informando de la metodologí­a ni nada al Coneval, que utiliza parte de esa informació­n para hacer sus informes. Más aún, los programas sociales se hacen con base en estas mediciones, por lo que se podrían ver alterados subsidios y transferen­cias.

La reacción de los que saben de esto ha sido brutal contra el Inegi. Por primera vez se ha puesto en duda a una institució­n como las que no hay muchas en México. Hoy las dos institucio­nes van al Congreso a tratar de explicar. El daño está hecho. Meadedebee­starodiand­oalInegi. Al principio quiso, tímidament­e, defender la nueva medición, pero se dio cuenta de que no había manera.

Los próximos años, cualquier cifra sobre pobreza y carencias sociales será puesta en duda. Será sospechosa de manipulaci­ón para hacerle un favor al gobierno, en especial, al aspirante Meade.

Ya lo veo queriendo presumir de algún logro en reducción de la pobreza después de este batidillo que armó el Inegi. Así le va a ir. M

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