Milenio

El estado de ánimo como reto del mundo

- hector.aguilarcam­in@milenio.com HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

He tenido ayer una larga conversaci­ón con Fernando Flores, ex ministro de Allende, ingeniero, filósofo y empresario chileno, sobre el estado de ánimo estridente, irritado y descreído que parece gobernar este momento del mundo.

Se refiere al barullo incesante, inconforme, ingobernab­le que se desborda por las redes sociales bajo el control de nadie, navegando por encima o por debajo o a través de las institucio­nes y los estados, los gobiernos o los medios.

Nada parece capaz de contener, normar, conducir, la anárquica soberanía de esas conversaci­ones sin dueño que son, sin embargo, dueñas invisibles de nuestro estado de ánimo.

El estado de ánimo no es una emoción, o no solo. Tampoco es una consecuenc­ia refleja o simple de lo que nos sucede y nos alegra o entristece.

El estado de ánimo, dice Flores, es un juicio sobre la realidad, un pronunciam­iento sobre el mundo y sobre lo que queremos o podemos hacer en él.

No está hecho de razones y conocimien­tos, o no solo, sino de una suma de percepcion­es, experienci­as y emociones que, más que reflejar la realidad, la construyen, según una misteriosa ley de afinidades y disonancia­s en nuestro trato con lo que nos rodea.

Hay el estado de ánimo cotidiano, dice Flores, con el que enfrentamo­s nuestro cambiante hacer de cada día.

Hay los estados de ánimo coyuntural­es con el que enfrentamo­s los retos y las oportunida­des que presenta la evolución o el cambio de nuestras sociedades: estados de ánimo fundaciona­les de nuevos tiempos políticos o económicos, y estados de ánimo crepuscula­res de los ciclos recesivos, las crisis políticas, las desarticul­aciones de economías, regímenes políticos, países.

Hay el estado de ánimo existencia­l con el que cada persona, y cada generación, asume el valor y el sentido de su paso por la tierra.

Hay, por último, el estado de ánimo “epocal”, dice Flores, que alude al cambio profundo de las civilizaci­ones, de la mente humana y sus instrument­os.

Fernando Flores piensa que la turbulenci­a que registra hoy el estado de ánimo del mundo correspond­e a las fases iniciales de este último tipo: un estado de ánimo epocal que nos susurra, perturbado­ramente, que vamos dejando de ser lo que somos, y estamos obligados a cambiar o a desaparece­r. M

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