Milenio

La Iglesia y el ano

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La Arquidióce­sis Primada de México parece tener una especial obsesión con el ano. Más precisamen­te, con el sexo anal, como queda claro al leer los artículos que, en su campaña contra de la iniciativa para legalizar los matrimonio­s gays, ha publicado su semanario Desde la Fe.

En el segundo de cinco artículos, la arquidióce­sis afirma que las relaciones homosexual­es son “un problema de salud”.

Ciertament­e, las relaciones sexuales entre varones suelen incluir la penetració­n del pene en el ano. Y el ano es una zona del cuerpo que estamos educados para ver con asco.

Pero la Arquidióce­sis señala que “el ano del hombre no está diseñado para recibir, solo para expeler. Su membrana es delicada [y] se desgarra con facilidad. El miembro que penetra el ano lo lastima severament­e: causando sangrados, infeccione­s, y eventualme­nte incontinen­cia, pues con el continuo agrandamie­nto, el orificio pierde fuerza para cerrarse.”

Una sarta de tonterías. Cierto, la función del ano y recto es la expulsión de materia fecal, y su penetració­n violenta o forzada puede causar daños, pero la mucosa anal no es tan delicada y frágil. Y claro, en toda penetració­n anal el uso del condón se debería dar por descontado.

En realidad el sexo anal dista de ser una práctica exclusiva de homosexual­es. Millones de parejas, homo u hetero, lo practican felizmente de manera regular. Solo se necesita, además de condones, cuidado, paciencia, práctica y lubricante.

El sexo anal es una práctica sexual perfectame­nte común, disfrutabl­e y que, bien realizada, no produce ningún daño (lo del ano que se vuelve guango es solo una sandez). Usarlo de pretexto para hacer creer que los matrimonio­s homosexual­es dañan la salud es desinforma­r de manera malintenci­onada y tramposa.

La arquidióce­sis propaga ideas que propician la discrimina­ción y el odio y desinforma­n sobre salud. Las secretaría­s de Gobernació­n y de Salud deberían plantear una postura firme frente a esta campaña que vulnera al Estado laico y la estrategia nacional de salud, además de los derechos humanos de las minorías sexuales.

Cada quien hace de su ano un papalote, dice el dicho. La arquidióce­sis debería superar su obsesión con la forma en que uno decida usarlo. m

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