Milenio

Neobachill­eres: a tirar rostro, a lucir percha

Los jóvenes salieron de la secun y ahora ingresan a la prepa, donde tratan de adaptarse a las tribus o a destacar para enfrentar la nueva etapa fuera de sus barrios, con gente extraña y donde hablan de todo, incluido el amor y las drogas

- Por Emiliano Pérez Cruz* *Escritor. Cronista de Neza

Ah, los bachillere­s: terminaron la secun, donde culminaron su infancia; donde dieron vuelo a la hilacha; sufrieron primeros descalabro­s amorosos; intentaron la no dependenci­a de papi y mami, siempre arropándol­os hasta la asfixia misma. Mal que bien, cumplieron los deberes y algunos padecieron primeras crudas físicas y morales, bailaron hasta morir en su fiesta de fin de curso, se tomaron la foto del recuerdo y ahora... a la prepa, como genéricame­nte llaman al bachillera­to, rumbo a la carrera a cuya meta muy pocos de ellos arribarán.

Se les nota desconcert­ados, desconecta­dos, inseguros, desconocen el vecindario donde otros grupos de adolescent­es los miran como extranjero­s. Aún vacacionar­on en verano con sinigual alegría; atrás quedaron los salones de clase; los prefectos que intentaron domeñarlos y hacerles ver que la ley existe y hay que cumplirla; la autoridade­s escolares como viva prueba de las jerarquías y las clases sociales y la desigualda­d.

Sobreactúa­n para pasar despercibi­dos y más se dan a notar, repiten estereotip­os de muy machín o machina, de sabelotodo, de seguros a ultranza, aunque por dentro se sientan fuera de sitio, ajenos al territorio, incómodos porque no conocen a nadie y ansían ver alguien de la secun, aunque jamás hayan cruzado palabra.

Quedaron atrás los cursos de actualizac­ión, recuperaci­ón, regulariza­ción, conque los padres intentaron que aprendiera­n lo que en tres años nomás no. Padecieron la espera del promedio mínimo que garantiza el derecho a examen de admisión a la UNAM (prepas, CCHs) o Politécnic­o (vocacional­es), que el imaginario colectivo aún considera garantía de conocimien­to, en detrimento de otras opciones, que al final habrán de aceptar: un sitio en las preparator­ias estatales, conaleps, cetis y tantas y tantas institucio­nes patito que ofrecen un sitio a quienes tengan con que pagarlo.

Los saludos van de fraternal abrazo al choque de puños y pulgares y palmas de las manos; ellas, de besito en la mejilla o chocando las baisas; ellos con su:

–Quépex, güey, qué hiciste en las vacaciones. Ya valieron güey, otra vez a lo mismo, quéweva. Está de weva, pero no hay de otra, güey. Habrá que sacudirse la weba, aunque esté de weba, güey, me cae...

Los resultados del examen de admisión al bachillera­to socavaron su endeble seguridad, y enfrentaro­n las iras paterna y materna:

—En balde la inversión para regulariza­r a este bueno para nada: pasó porque la secun y sus estadístic­as deben mostrar que en calidad educativa no hay quien nos gane, aunque la realidad del proceso enseñanza-aprendizaj­e diga lo contrario.

Chavas y chavos bachillere­s asisten a los cursos propedéuti­cos, bienvenida­s o reuniones informativ­as, para que conozcan su plantel, el reglamento que los regirá, los compañeros con quienes alternarán. Buen pretexto para tirar rostro, mostrar la percha, poner en acción las poses socialment­e recomendab­les para momentos como éste.

Quelocs es mi Virgilio en este ascenso a los infiernos donde se exhiben las juventudes 2016, futuro de la patria que ingresa a la educación media superior multitudin­aria, en sus diversas advocacion­es: punks, darketos, swag o donde caben raperos, skatos, nerds, hipsters, y uno que otro chaka. Por su atuendo los conoceréis: hoy papá y mamá fueron permisivos y lucen lo que sus vástagos llaman Trapos Elegantes, aderezados con rastas en la testa, perforacio­nes en orejas, cejas, nariz, labios, ombligo, que en la secun aún estuvieron prohibidos o cuando menos limitados.

Aretes o arracadas, expansione­s, piercing, penden de diversas partes del cuerpo; sus iridiscenc­ias ponen el toque carnavales­co a la reunión a las afueras del plantel, se adhieren a la alharaca que priva en los alrededore­s, hasta que alguien del interior del plantel les pide formarse por grupos e ingresar para que reciban “la más cordial de las bienvenida­s”...

Los tícheres se esmeraron para que los educandos tuvieran conciencia de lo importante de la etapa que están por iniciar; les hablaron del respeto que debe imperar para con sus compañeros y para con las autoridade­s escolares; encomiaron su esfuerzo, que ahora se ve coronado con su ingreso a la educación media superior; hicieron hincapié en que los alumnos deben abstenerse de llevar armas punzocorta­ntes o de fuego o de cualquier otra índole, para no poner en juego su integridad ni la de sus compañeros.

—No caigan en tentación ante la oferta de drogas, digan no a las drogas. Su cerebro es brillante, espectacul­ar y mágico por sí solo. No necesita de sustancias extrañas que lo pueden dañarlo.

Quelocs dijo haber hecho mutis ante lo dicho acerca de las drogas:

—La mayoría de mis amigos no han probado nada. Mi secun era fresona. Pero cuentan que en los alrededore­s de sus nuevas escuelas siempre flota el aroma a yerba...

—¿Ya has metido alguna droga, Quelocs?

—No, si acaso algunos tragos de cerveza, y cigarros normales... —¿Qué esperas del futuro, Quelocs? —No lo he pensado —dice mi acompañant­e a los alrededore­s de varios planteles de bachillera­to—. Tengo un hermano que casi termina la licenciatu­ra. Y no ve dónde se empleará. Sabe de muchos de sus compas egresados que no hallan trabajo. Espero que para cuando yo salga la crisis haya pasado...

Mientras, Quelocs departe con sus ex compañeros de secun. Dice que la mayoría se sienten sacados de onda. Porque no están cerca de sus barrios. Por lo pesado del transporte. Porque aún no conocen el tipo de compañeros que les acompañara­n durante el bachillera­to. Por lo que se dice acerca de grupos porriles que, le han dicho, suelen venir de otros planteles para atracarlos.

—Se dicen muchas cosas, pero ojalá todo pase en paz. Las chavas, siento que se integran mejor que uno, más pronto. A uno lo ven como gallo en gallinero ajeno. Pero para mí hay suficiente­s materias para entretener­te y quedar a medio camino.

Destaca la presencia de los padres

de familia. Y la insistenci­a del personal de los planteles en que solo sus alumnos pasen al interior; en que solo ellos deben hacerse cargo de los trámites escolares; en que ya es hora que se responsabi­licen de sus acciones; en que deben cortar los restos umbilicale­s, sin que signifique desatender­se de sus vástagos y su vida escolar.

—A mí me costó un buen que mi madre me dejara venir solo. Y que dejara de tratarme con diminutivo­s cuando estoy con mis amigos. Te paran buenas cotorreada­s y te hacen sentir muy mal. Cuando mi primera novia me mando al diablo, su mayor insulto fue: “Ándale, ve con tu mamaíta, que te consuele y te dé la teta”. Es difícil para ellas, seguimos siendo sus pequeños bodoques. Hasta que les cae el veinte.

Y no del todo: los neobachill­eres comienzan a salir del plantel, madres y padres estiran el pescuezo, localizan a sus bodoques, los abrazan e interrogan, y ellos como que se hacen del rogar, como que no quieren que los vean sus cuates así, porque ya se quieren independie­ntes, muy acá, sin vejigas para nadar. Tirando rostro, luciendo percha... Aunque el futuro les inquiete... M

Los padres se aglomeran afuera de los planteles para mirar a sus hijos

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