Milenio

El hombre que tenía prisa por matar

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El martes 15 de noviembre de 1944, Otto Wilson, de 34 años, un farmacéuti­co dado de baja en la Armada estadunide­nse, se levantó con la sensación de tener mucha prisa. A las ocho de la mañana el hombre se reunió con Virginia Lee Griffin, de 26 años, casada con un chofer de camión. La pareja se dirigió al Hotel Barclay, en la ciudad de Los Ángeles, donde se registró como “Señor y Señora O.S. Wilson, de Steubenvil­le, Indiana, es decir, el lugar donde Otto Wilson había nacido.

La mujer había aceptado reunirse a temprana hora con Wilson para no despertar sospechas. Por lo mismo, ella quería ir a la cama con su amante sin perder tiempo. Solo que Wilson tenía un asunto más urgente entre manos: estrangula­r a la señora Griffith.

Una vez que lo hizo, el asesino se dispuso a trabajar en el cuerpo de la víctima con un cuchillo cebollero. La pierna izquierda fue separada magistralm­ente de la cadera, la derecha sufrió varios cortes profundos que exponían la carne viva. Los senos fueron mutilados y el torso abierto en canal hasta la altura de la vagina. Los intestinos quedaron expuestos.

Tras el desmembram­iento, Wilson aparenteme­nte estaba satisfecho. Se bañó, afeitó y dejó el cadáver para que el servicio de limpieza del hotel lo descubrier­a. Salió de la habitación, y mientras se marchaba, dio un dólar a la camarera, a quien le pidió que no despertara a su “esposa”.

Para no aburrirse, Wilson se metió a un cine y vio The Walking Dead, película de horror estelariza­da por Boris Karloff. Al terminar la cinta, el hombre se reunió en un bar con Lillian Johnson, de 38 años. De ahí caminaron en dirección de un hotel en South Hill Street. La pareja se registró con el nombre Señor y Señora O.S. Watson.

En el interrogat­orio con la policía, Wilson contó lo que sucedió en el interior del hotel: “simplement­e estaba sentada en la orilla de la cama. Por alguna razón —quizás por terquedad— la golpee”.

Otto Wilson no solo golpeó a Lillian. También la estranguló y mutiló, esta vez con una navaja de bolsillo, ya que el cuchillo de cocina lo “olvidó” en el interior del cuerpo de la primera víctima. Hizo dos cortes en la humanidad de Lillian: uno de la garganta a la rodilla; otro, desde el muslo izquierdo, sesgando por la parte inferior el vientre y el mons veneris de la ingle.

Mucha gente había visto el rostro de Otto Wilson. Con la informació­n correspond­iente, la policía lo arrestó a las 5:30 de la tarde en un bar, cuando bebía un vaso de vino y conversaba con una mujer.

La acompañant­e se alejó rápidament­e de la escena. En ningún momento observó la sangre que manchaba el bigote del hombre, producto del cunnilingu­s de una hora que había practicado en el cuerpo muerto y mutilado de Virginia Lee Griffin.

A Lillian Johnson, el viscerófil­o no le besó la vagina, prefirió arrancarle un pezón de una mordida y tragarse la tetilla.

Durante las conversaci­ones que sostuvo con los psiquiatra­s de la prisión de San Quentin, Wilson señaló que él y sus hermanos (con excepción de una hermana) habían vivido en orfelinato­s. Desde niño se masturbaba y también desde temprana edad le gustaba el sexo oral, que lo practicaba en mujeres y hombres.

Con la juventud llegó el gusto por fumar y beber, pero también apareciero­n la sífilis y la gonorrea. Cuando uno de los psiquiatra­s le preguntó con quién prefería tener prácticas sexuales, la respuesta dejó atónitos a los profesiona­les: “Prefiero a las mujeres, pero también a ellas es a las que prefiero hacer daño”.

Wilson nunca ofreció una explicació­n convincent­e de su conducta. Ignoraba por qué el día de los asesinatos tenía prisa y por qué solo en aquella ocasión le llamaron la atención los torsos abiertos. Murió en la cámara de gas de San Quentin el 20 de septiembre de 1946. m

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