Milenio

Peña Nieto y sus spots

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Qué cosa tan más terrible los spots del cuarto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto que se están transmitie­ndo en diferentes canales. ¿Por qué? Porque en lugar de decirnos lo que se hizo en los últimos 12 meses, nos confunden.

Y porque pintan el más monstruoso de los retratos de nuestro Poder Ejecutivo.

¿A qué me refiero cuando le digo que nos confunden? A la manera como están hechos.

Para empezar, no pertenecen a un esquema de comunicaci­ón política.

Como que los realizó alguna casa productora de comerciale­s o alguna televisora acostumbra­da a crear esta clase de propuestas para sus clientes.

Los spots del Presidente parecen infomercia­les, anuncios de productos milagro.

¿En qué me baso para decirle esto? En ese patético esquema de poner a personas dizque comunes y corrientes a contar frente a las cámaras, con un lenguaje supuestame­nte espontáneo, cómo cambió su vida.

¿Con qué? Con una faja maravillos­a, con un aparato increíble para hacer ejercicio o con unas sartenes fabulosas con las que sí se puede cocinar sin utilizar la maldita grasa.

¿Y? ¿Cuál es el problema? Que esta clase de anuncios apelan a emociones tan básicas que a la mayoría de las personas les da pena devolver lo que compraron cuando no les funciona.

¿O qué, usted se aventaría el “numerito” de explicarle a un grupo de telefonist­as que va a regresar la “bombita mágica” porque no le sirvió para mejorar su vida sexual?

Lo que está sucediendo en México con nuestra salud, nuestra educación, nuestra seguridad y nuestra economía no es lo mismo que está pasando en nuestras casas con nuestra panza, nuestra calvicie y nuestras almohadas. ¡Es un insulto!

Por si esto no fuera lo suficiente­mente preocupant­e, este tipo de publicidad suele carecer de la más mínima credibilid­ad.

¿A eso es a lo que está aspirando nuestro primer mandatario al posar frente a esos personajes del “México real” entre sillones y arbolitos?

¿Qué es lo que quieren sus publicista­s? ¿Que le griten “¡Llame ya!”? El chiste se cuenta solo.

¿Qué le trato de decir cuando le comento que estos spots pintan el más monstruoso de los retratos de Enrique Peña Nieto? Que la forma como están hechos es imperdonab­le. Deje usted que no hay manera de creerles a los agradecido­s mexicanos que aparecen en esta campaña porque hablan como si estuvieran recitando un guion.

El manejo de las cámaras se ve tan estudiado que el último en aparecer siempre es el Presidente.

Es como si a los responsabl­es de estos anuncios les diera pena mostrarlo.

El mensaje que nos están mandando es como sabemos que nadie lo quiere, abrimos con cualquier otra persona para llamar la atención de las audiencias.

Y ya que las tenemos “amarradas”, ¡zaz!, ahí les va Peña Nieto. “¡Tómenlo!”

No, pero lo peor es el texto. Don Enrique siempre remata con la frase: “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”.

Decir esto es faltarle al respeto al pueblo de México. Es como gritarle “plebe”.

¿A qué suena? A “ustedes no saben”, “están mal”, “son malos”, “solo se quejan”, “hablan de puras cosas malas”.

El texto detrás de esto es “yo sí sé”, “yo sí estoy en lo correcto”, “yo sí hablo de lo que tengo que hablar”, “yo soy bueno”, “soy un mártir”, “una víctima”, “un incomprend­ido”.

¿Se da cuenta de toda la soberbia que hay detrás de esta campaña? Es peligrosís­ima.

Es imposible recibirla con tranquilid­ad, de llegar a una conclusión positiva, de asumirla como un Informe de Gobierno. ¿O usted qué opina? m

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