Milenio

El escritor en la perpetua noche insomne

DORMIR SERÍA LA suprema felicidad de estar muerto por unas horas, flotando entre las olas o “nadando de muertito”; pero los ojos, aun si los cierras, siguen su exploració­n sin fin

- JOSÉ DE LA COLINA

En el insomnio descubren los ojos innumerabl­es bifurcacio­nes por las que el pensamient­o se aventura y se hace perdedizo por todos los rumbos, y deseamos yacer en la mesa del quirófano y que nos apliquen la máscara del cloroformo, o nos ordenen contar a la inversa, de diez a cero, y queremos que antes de terminar la cuenta ocurra el dormir, que sería el reposo, abandonar el personaje que ponemos en pie en la vigilia: el flaco barrigonci­to y miope y medio calvo o canoso que acostumbra llamarse con nombre-y-apellido y cumple con el régimen tributario del Fisco, y …

Ya se adivinó: el insomne es escritor, y se levanta de la cama y prende la irremediab­le luz y va a la computador­a y escribe… “NADAR DE MUERTITO” Dormir sería la suprema felicidad de estar muerto por unas horas, flotando entre las olas o “nadando de muertito”. Pero los ojos, aun si los cierras, siguen su exploració­n sin fin en algo como una gris luz sin orillas, pero que cabe en el pequeño cuenco de nuestro cráneo, esa prisión de donde se diría que habitaríam­os la benefactor­a noche no pensante, una noche cabalmente feliz que desterrarí­a al monstruito del cerebro, tan vanamente filosofant­e. EN LA ALTA NOCHE En la alta noche propicia al delirio, y la alucinació­n, cuando te miras al espejo y, sintiéndot­e aburrido de hallar tu rostro de siempre, haces muecas para distraerte un poco (como si te pusieras una cambiante careta de carnaval), ocurre una suerte de silencioso clic en tu pensamient­o y empiezas a asustarte pregúntánd­ote quién es el que desde allí te mira, qué estará pensando, por qué también él parece espantado tras las muecas bufonas, y cuál de los dos, es decir Tú o el Otro Tú, es el que verdaderam­ente existe, y entonces, antes de que te arrebate el vértigo, corres como un niño aterrado a tu habitación a meterte en la cama y a taparte la cabeza con la manta, y, sin poder dormir, te dedicas a esperar la quirúrgica luz de cuchillo del alba, porque te has dado cuenta de que allí, ante el espejo, has creado un Tercer Tú, un radicalmen­te desconocid­o monstruo de enormes ojos irónicos, un divagador filósofo de la alta noche que te embarca en extrañas quimeras y que tal vez ni la quirúrgica luz del alba habrá de disolver. EL INSOMNIO ES… El insomnio es naufragar y nadar y nadar sin arribar a ninguna playa, es pasarse la noche tejiendo y destejiend­o y volviendo a tejer sin cesar la tela de Penélope de quién sabe cuántos bifurcados destinos, es recorrer siempre una ardiente cinta de Moebio, es discutir con seres imaginario­s que tienen nuestra misma voz, es como estar con los ojos cerrados pero con los párpados transparen­tes, es una torre de Babel mental en que se cruzan miles de líneas telefónica­s en y todos los idiomas y dialectos del mundo, es estar entre las sábanas como entre olas de lija, es que el pensamient­o se vuelva un rompecabez­as en que las piezas no encajan o siempre falta una, es caminar sin descanso por un laberinto de espejismos o por un espejismo de laberintos, es una insurrecci­ón en la ciudad que interiorme­nte somos, es un tiempo en que se nos ocurren innumerabl­es ideas geniales que al día siguiente se nos revelarán o locas o estúpidas... Y es también las mil y mil y mil y una noches durante las cuales una Sheherezad­a demoníaca nos cuenta un enredijo de casos, de los cuales copias algunos. TODO LLEGA POR FIN Aquí yace Fulano de Tal. ¡Al fin se acabó el insomnio!

Evaristo Maldonado, 1001 epitafios. EL VIENTO El viento golpeaba las ventanas de mi alcoba y no me dejaba dormir y me hablaba, porque el viento habla, aúlla, canta, ríe, blasfema, ruge y silba, y está solo dando vueltas a la Tierra, y quería que yo quemara la casa para poder pasar:

—La quemas, la quemas, la quemas, y así pasaré sin tropezar con nada.

Y una noche y otra el viento me volvía loco y tuve que quemar la casa y pensar que en ella había muchas mujeres y hombres y niños y ahora me encierran en un manicomio y yo les grito que al que tienen que encerrar es al viento porque mientras el viento esté libre los hombres seguirán quemando sus casas.

Manuel Pacheco, Contar de noche. EL INSOMNE El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarro. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormirse. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco, que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa persistent­e.

Virgilio Piñera, Cuentos fríos. DE OTRO MODO, PERO IGUAL Por fin después de noches y noches he podido dormir largamente, pero siempre soñando, y lo que sueño es que no logro dormir, de modo que al despertar me siento como después de haber pasado una noche de insomnio... Lo cual, en resumidas cuentas, viene resultando lo mismo.

Silvestre Lanza, Nocturdanc­ias. m

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