Milenio

Libres, iguales y fraternos, pero no tanto

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Todos los animales son iguales, pero hay algunos animales más iguales que otros. George Orwell, Animal Farm

Usar esa prenda es un acto político, una provocació­n. Las mujeres que lo usan ponen a prueba la resistenci­a de la República”, dice uno; “es antihigién­ico”, “un símbolo de esclavitud”, claman otros. “Atenta contra el espíritu del país”, sentencia una mujer. Estas palabras que parecerían tomadas de un libro del medievo cuando una mujer trató de mostrar sus tobillos sucedieron esta semana. No, no fueron dichas por un religioso ultraconse­rvador sino por políticos. Son las declaracio­nes de Nicolás Sarkozy, ex presidente de Francia (quien está en campaña para ser elegido como candidato nuevamente); el alcalde de Cannes, David Lisnard; Manuel Valls, primer ministro francés, y Marine Le Pen, dirigente del partido ultra conservado­r francés. Paradójica­mente, sucedió en un país en el que hace unos meses millones salieron a las calles para defender y recalcar que, sobre todas las cosas, estaba la libertad de expresión.

La prenda en cuestión es un burkini, una especie de traje de baño similar a los que vimos utilizar a algunas de las atletas en las olimpiadas, el cual utilizan las mujeres que profesan el islam para nadar tranquilam­ente. Para quienes eligen usarla, esta prenda es lo que les permite hacer ejercicio o acudir a la playa sin contradeci­r sus creencias. Ciertos municipios del sur de Francia han prohibido su uso.

Durante años las mujeres hemos luchado para que se nos respete independie­ntemente de nuestra elección de ropa. Hemos luchado para que quede claro que usar minifalda no era un sinónimo de moral relajada o de que “estábamos buscando algo”. No es un tema de moda, sino de libertad. No se debe de juzgar a un libro por su apariencia. El asumir que una prenda es símbolo de algo es un error; al final del día es la misma aberración que nos escandalic­emos porque una mujer trae poca ropa que porque este totalmente cubierta. Es momento de dejar la doble moral a un lado. “Me pongo lo que me da la gana”, es un abanico de posibilida­des que van desde el hilo dental al burkini. Ser libre no significa hacer las cosas de acuerdo a los criterios de otros, ser libre es tener la posibilida­d de elegir lo que cada uno considera apropiado para sí mismo. Debemos respetar esa libertad a pesar de que no lo entendamos o no coincida con nuestros criterios. La libertad es preciosa, por esto hay que estar bien atentos a los intentos de limitarla. Hace unos meses comenté una nota en el periódico The Guardian sobre las duras críticas del magnate de la moda Pierre Bergé a quienes diseñan y venden ropa para las mujeres musulmanas. De la crítica llegó la prohibició­n y de ahí el uso de la fuerza. Esta semana, policías obligaron a una mujer que utilizaba un burkini en la playa a descubrirs­e. Quienes presenciar­on esta atrocidad declararon que francament­e fue humillante. Lo cierto es que hoy en el país de la libertad, igualdad y fraternida­d no son tan libres, igualitari­os ni tan fraternos. Ese amor a la libertad de expresión que suscitó interesant­es debates hace unos meses no alcanza para las mujeres que eligen cubrir su cuerpo en la playa. Si bien los musulmanes tienen que tolerar, en aras de la libertad de expresión, viñetas que critican sus creencias, las mujeres musulmanas no pueden vestir como ellas elijan. La verdadera “esclavitud” de la mujer —que tanto critican algunos— está en negarle la elección a ponerse lo que le da la gana.

Las reacciones no se hicieron esperar. En Australia aumentaron la venta de los burkinis, mientras que en Londres mujeres con burkinis y bikinis se manifestar­on frente a la embajada de Francia con la consigna “ponte lo que quieras”. Afortunada­mente, la sensatez imperó. El viernes una Corte administra­tiva francesa determinó que los alcaldes no tienen facultades para prohibir el uso de burkinis. Tristement­e no descarto que alguna prohibició­n similar surja en los próximos meses.

Los burkinis parecen ajenos a las playas mexicanas, pero no lo son. En México, país laico, las creencias de algunos pretenden limitar la libertad de amar de otros, tratan con todas sus fuerzas de impedir que tengan los mismos derechos. Prohibir el burkini, el matrimonio igualitari­o o cualquier intento de limitar libertades nos aleja de una sociedad más justa y equitativa que es lo mejor para todos, no importa si jamás usaremos un burkini o no estamos de acuerdo con el matrimonio igualitari­o. La libertad debe estar por encima de eso. El respeto a los otros traerá la paz, como bien dijo el Benemérito. No debemos permitir que la intoleranc­ia y el miedo de algunos nos la roben.

PD: Gracias a todos por sus felicitaci­ones por mi cumpleaños. Mi año arranca muy bien gracias a ustedes. m

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