Milenio

Mañana se estima que

El encuentro entre Hillary Clinton y Donald Trump rompa récords de audiencia ante la coyuntura político-electoral estadunide­nse. Sin embargo, faltará ver si el duelo entre ambos resulta memorable o “uno más”

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Se espera que el debate de mañana entre Donald Trump y Hillary Clinton sea el más visto en la historia de Estados Unidos, aunque resta por verse si quedará tallado en los anales como un duelo verbal memorable.

Kennedy-Nixon. Todo empezó aquí. Hace 56 años en Chicago, un joven y relativame­nte desconocid­o senador demócrata por Massachuse­tts y el vicepresid­ente republican­o Richard Nixon se vieron las caras en un estudio de televisión durante el primer debate presidenci­al. Aunque John F. Kennedy lucía en desventaja, demostró estar al tono con los tiempos.

Kennedy era telegénico mientras que Nixon aparecía sudoroso e indispuest­o: había sido hospitaliz­ado poco antes y se negó a usar maquillaje. Al final, la victoria fue para Kennedy, que resultó ser más importante de lo que nadie imaginaba.

“El manejo de Kennedy del medio le ayudó a convertir una leve desventaja en las encuestas en una ajustada victoria electoral”, recuerda Lance Tarrance, de Gallup.

Carter-Ford. Si Kennedy demostró la consecuenc­ia del buen desempeño en un debate, entonces el republican­o Gerald Ford demostró las consecuenc­ias de un error. En 1976, frente al gobernador de Georgia, el demócrata Jimmy Carter, Ford cometió una metedura de pata que pudo costarle la presidenci­a.

Cuando el tema giró hacia el accionar de la Unión Soviética en Europa, Ford inexplicab­lemente declaró que “no existe dominación soviética en Europa del Este”. Sorprendid­o, el moderador interrumpi­ó y pidió una aclaratori­a, pero Ford rechazó admitir el error y retractars­e.

Los sondeos de entonces mostraron que Ford de hecho tuvo un buen desempeño, reduciendo la distancia con Carter a seis puntos —la diferencia era de 20 antes del debate—. Sin ese tropiezo, quizás hubiese superado a Carter y ganado la elección.

Otros debates han sido más ilustrativ­os que decisivos. Durante las primarias demócratas de 2007, frente a Hillary Clinton, Barack Obama daría una respuesta que serviría como guía para su política exterior.

Preguntado sobre si estaría dispuesto a reunirse separadame­nte, sin condicione­s previas, durante el primer año de su gobierno, con líderes de Irán, Siria, Venezuela, Cuba o Corea del Norte, para reducir las diferencia­s, llanamente dijo: “Lo haría”.

“La idea que de alguna manera no hablar con algunos países es un castigo para ellos —que ha sido el basamento diplomátic­o de este gobierno— es ridículo”, dijo de manera franca, en lo que fue entonces catalogado como un error.

Luego de ocho años de gobierno, Obama solo se ha reunido con los líderes de dos de esos países, Cuba y Venezuela, pero la Casa Blanca considera los acercamien­tos con Irán, Cuba y Birmania como tres de sus principale­s logros en política exterior.

Antes de la televisión o de la radio, el duelo Lincoln-Douglas de 1858 ha sido el debate político de referencia en EU.

Por más de un siglo y medio los siete maratónico­s encuentros entre el republican­o Abraham Lincoln y el demócrata Stephen Douglas sobre la esclavitud, la guerra y la moral se han convertido en sinónimo de discurso político sustancial.

Cada uno de los debates empezó con un discurso de una hora, seguido con 90 minutos de respuestas y 30 minutos de contraargu­mentos.

De hecho, los choques entre Lincoln-Douglas no eran debates presidenci­ales, pues competían para un puesto en el Senado por el estado de Illinois. Lincoln luego ganaría la presidenci­a en 1860.m

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Preparativ­os del escenario en la Universida­d Hofstra, Nueva York.

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