En el nombre del padre
Temerosos de la ira divina, los políticos no quieren enemistarse con estos ciudadanos, no vayan a darles un pasaporte al infierno o dejarlos sin su voto en las próximas elecciones
El cartujo lee con atención las aseveraciones de Hugo Valdemar, director del semanario Desde la fe. En entrevista con Martha Elva González, de El Sol de México, denuncia ataques de “fundamentalistas laicos” a la Iglesia católica por su oposición al matrimonio igualitario. La ofensiva —dice— ha sido incesante, “visceral” y “grosera”. Pero esa animadversión no intimida al clero conservador ni a sus feligreses: “no nos amedrenta ni nos da miedo, ni nos preocupa lo que podrán decir, porque tenemos muy claro que la Iglesia debe ser profética, debe ser valiente, sin importar los costos que tengamos que pagar”.
El vocero de la Arquidiócesis Primada de México continúa: “Temas como el matrimonio y la adopción gay son los que dividen a la sociedad, dividen al país, en un momento en que el país ya está muy lastimado por el narcotráfico, la violencia, la corrupción”.
Fue una semana intensa para el padre Valdemar en los medios; en vísperas de la Marcha Nacional por la Familia habló hasta quedar vacío de palabras, como dice el bolero, para dejar bien claro cuál es el papel de la Iglesia en este país, para defender sus postulados y demostrar el tamaño de su poder.
El grito en el cielo
En la acometida contra la iniciativa presidencial a favor del matrimonio igualitario y la educación sexual en los libros de texto gratuitos participa gente de diversos credos, siendo católica la mayoría. Temerosos de la ira divina, los políticos, siempre tan prudentes, no quieren enemistarse con estos ciudadanos, no vayan a darles un pasaporte al infierno o, peor aún, dejarlos sin su voto en las próximas elecciones por andar dizque de progresistas, por eso, hasta ahora, la propuesta de Enrique Peña Nieto permanece en el limbo, de donde solo —Dios lo quiera— la sacará un milagro.
El humilde monje cierra los ojos. Las expresiones de Valdemar lo agobian y remiten a la década de los setenta —ay— del siglo veinte, cuando desde los altares se propagó en el país una embestida contra la decisión del gobierno de Luis Echeverría de emprender una campaña de planificación familiar e incluir la educación sexual en los libros de texto gratuitos.
En La ultraderecha en México (Océano, 1984), de rotunda —y lamentable— actualidad, Manuel Buendía consigna cómo ante esa situación el alto clero puso el grito en el cielo, alentando a organizaciones como la Unión Nacional de Padres de Familia a reaccionar. Lo hicieron con rumores y violencia. En algunas colonias populares de Monterrey, por ejemplo, en vehículos con altoparlantes “los agentes provocadores —escribe Buendía— pedían a los padres que se apresuraran a ir a las escuelas a recoger a sus hijos, porque en esos momentos médicos oficiales pretendían aplicarles una vacuna esterilizante”.
La mentira corrió como reguero de pólvora por todo el país y muchos alumnos faltaron a clases para no ser víctimas de la vacuna inventada por mentes opuestas a cualquier medida de control natal. Con respecto a los libros, en algunos lugares “comandos fascistas” entraban a las escuelas para arrebatarles los ejemplares a los niños y en otros —escribe Leonardo Bastida Aguilar— se alimentaban hogueras con esos volúmenes, para convertir en cenizas las páginas nefandas donde se explicaban las transformaciones fisiológicas de niños y niñas al crecer, se mostraban dibujos con los aparatos reproductores y se hablaba de óvulos, espermatozoides, gestación y todas esas palabras prohibidas por el decoro.
Ante la presión de la derecha, el gobierno decidió publicar una segunda edición de esos libros en los cuales —recuerda Bastida Aguilar— “los esquemas anatómicos aparecieron con traje de baño”. Alabado sea el Señor.
El don de la vida
En Aguascalientes, días antes de la marcha convocada por el Frente Nacional por la Familia, el obispo José María de la Torre Martín se pronunció contra los libros de texto gratuitos de Ciencias Naturales y de Formación Cívica y Ética de cuarto, quinto y sexto grados de primaria. De acuerdo con la nota publicada por Liliana Ramírez Macías en el periódico
Página 24, advirtió: “Los marcos teóricos de los libros de texto, más que manifestar la grandeza humana de la relación sexual, se reducen a señalar los riesgos de las enfermedades de transmisión sexual, así como el embarazo adolescente. No señalan aspectos básicos sobre la voluntad, el dominio de las pasiones, la responsabilidad para amar, así como la básica característica del amor humano que implica vencer el egoísmo para participar en el don de la vida”. Es decir, si no es para procrear de nada sirve amar a alguien y los apapachos pueden convertirse en el pecado capital de la lujuria. La información por sí sola tampoco vale, así se trate de prevenir enfermedades y embarazos.
“No, pues sí”, piensa el dialéctico monje mientras mira en la televisión a miles de personas vestidas de blanco marchando en defensa de sus convicciones, en tanto otras, cobijadas por los colores del arcoíris, reclaman el derecho a una familia diferente. Todas deberían tener cabida en un país democrático y moderno, como de hecho la tienen en ciudades como la de México, y no pasa nada: cada quien su vida, como diría Luis G. Basurto. Pero ahí andan los obispos y sus achichincles metiendo su cuchara…
Queridos cinco lectores, con indignación ante las amenazas sufridas por Rafael Pérez Gay, Héctor de Mauleón, Denise Maerker y Olivia Zerón, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.