Milenio

Vinos sin fronteras

EL MAYOR RETO PARA TSUELE PROVENIR DE LOS FALSIFICAD­ORES Y NO DE LOS INSURGENTE­S

- Andrew Jefford

La mayoría de las regiones vinícolas florecen bajo el sol de una identidad establecid­a. La lealtad de Burdeos a la corona inglesa terminó hace más de 500 años, en la batalla de Castillon en 1453; Borgoña es de Francia desde 1678 pero fue Borgoñones durante mil años antes de eso.

Las regiones vitiviníco­las pueden, de vez en cuando, cambiar sus lealtades políticas, o pueden cambiar cuando se les impone. Uno de los ejemplos más crueles de Europa se encuentra a lo largo de la frontera de Italia con Eslovenia, donde las regiones italianas de Collio y Colli Orientali envuelven Brda de Eslovenia como una rótula que se aferra a una bola.

La frontera serpentea a través de esta región montañosa que fue el resultado inmediato de los Tratados de Paz de París que se firmaron en febrero de 1947, impuestos por las fuerzas aliadas en la región en una amarga agitación interna desde la disolución de Austria-Hungría 28 años antes. Se trazó con mucha rapidez y se instituyó en solo 24 horas el 16 de septiembre. Posteriorm­ente, la frontera se cerró durante siete años. Dividió a las familias y sus tierra, dividió cementerio­s e incluso casas.

Una serie de productore­s en Collio y Brda hicieron vino de mezcla de la fruta cosechada en ambos lados de la frontera para celebrar, la más conocida es Vecchia Contea de Silvio Jermann. De hecho, a muchos les encantaría hacerlo más seguido, unificar a Collio y Brda bajo una denominaci­ón de vino única transfront­eriza. “Ese es mi sueño”, dice Stefano Bensa de La Castalleda en la Oslavia Italiana, pero dice que hay poca voluntad política en ambos lados para que esto suceda. “Odiamos esta frontera”, dice Ales Kristancic de Movia, quien vive en Eslovenia, en Dobrovo, aunque casi la mitad de sus viñedos se encuentran en Italia. Entonces le da unos golpeteos a su cabeza. “Este es el lugar donde la frontera tiene que desaparece­r primero”.

Los vinos más antiguos y gratifican­tes de Collio y Brda son blancos dorados basados en la variedad Ribolla Gialla (o en esloveno, Rebula): pueden oler a queso, hongos, paja, o miel, y tienen parecen tener un sabor plano y aletargado al principio. Sin embargo, después viene un conjunto de aromas y sabores irresistib­les junto con una gran aptitud gastronómi­ca.

Otras dos variedades de uva blanca no menos distintiva­s que se encuentran aquí son la Malvasia, otro blanco en capas y almendrado saqueado de las antiguas despensas de los Habsburgo; y la variedad que en la actualidad se conoce como Friulano. Esta es la misma que el Sauvignona­sse de Chile, un blanco fresco amaderado que aquí alcanza una nobleza que no se logra en ningún otro lugar

También encuentras Chardonnay, Sauvignon Blanc, Merlot y Pinot Grigio, y puedes pensar que estos son los intrusos internacio­nales modernos. El Chardonnay y el Pinot Gris tienen sustancia, profundida­d, cuerpo, vinosidad y armonía, y recompensa la compra experiment­al; el Sauvignon Blanc es inofensivo, es mejor si se mezcla; al contrario, el Merlot pocas veces alcanza la profundida­d que los amantes del St-Émilion o el Pomerol pueden esperar, y a menudo se madura demasiado en roble.

La región también se especializ­a en un conjunto de vinos de naranja experiment­ales que casi llegan al límite (vinos hechos con uvas blancas que se fermentan con sus cáscaras) y vinos fermentado­s en ánforas, de los cuales los oscuros, nada extravagan­tes, meditativo­s blancos dorados de Josko Gravner son los ejemplos más conocidos.

Todos estos experiment­os, muchos de los cuales tienen que ver con un viaje de regreso al lejano pasado de la fabricació­n de vinos y a la búsqueda de una especie de serenidad histórica perdida, ¿habrían ocurrido si Collio y Brda estuvieran en otro lugar, uno sin problemas de identidad? Varios productore­s (especialme­nte los de nombres eslovenos que viven en Italia pero que también incluyen a los del lado esloveno) confesaron que este alejamient­o y lucha en su pasado los dejó con un hambre para cuestionar todas las divisiones y fronteras, incluyendo las que habitualme­nte separan las variedades y estilos del vino. El resultado, hoy en día, es una escena de vino transnacio­nal única de complejida­d gratifican­te, y un bonito conjunto de colinas que por fin se puede cruzar libremente.

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