Milenio

El muro cultural y la frontera

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Entre muchas cosas, el espacio público puede ser un lugar para la reconcilia­ción social. Central Park en Nueva York se creó en el siglo XIX para beneficiar física y espiritual­mente a la sociedad y como un antídoto de las consecuenc­ias de la industrial­ización. El diseño del National Mall en Washington DC en 1902 se insertó en un proyecto nacional de reconcilia­ción después de la Guerra Civil en Estados Unidos. Ambos encarnan las más elevadas aspiracion­es cívicas de su tiempo.

John Beardsley, historiado­r de arte, experto en diseño y arquitectu­ra paisajísti­ca de Dumbarton Oaks, ha estudiado diversos espacios en el mundo desde esa perspectiv­a y menciona el Freedom Park en Sudáfrica, el Parque Houton en Shanghái… y la frontera de México con Estados Unidos. Me dice: “El muro fronterizo puede ser un espacio cultural, pero es importante usar la imaginació­n y pensarlo de esa manera”.

Beardsley participó en el reciente coloquio internacio­nal Ciudad, Arte y Espacio Público en el Museo Tamayo. Y se refirió ampliament­e a Teddy Cruz, catedrátic­o en la Universida­d de California y arquitecto de origen guatemalte­co cuyo estudio (Cruz & Forman) en San Diego monitorea los flujos humanos, económicos y culturales que van y vienen a través de la frontera con Tijuana, la región binacional más grande del mundo y la de mayor cantidad de cruces al día.

El drama de la barrera física es real y Cruz no pretende idealizar la pobreza, pero destaca la inteligenc­ia creativa en comunidade­s de migrantes que, desde el conflicto y la escasez, constituye­n semilleros de imaginació­n, emprendimi­ento socioeconó­mico y sostenibil­idad ambiental. Analiza los barrios fronterizo­s que se construyen con desechos de San Diego reciclados: bungalows de posguerra, viejos neumáticos, puertas de garajes… Y, del otro lado, el impacto de la inmigració­n en los barrios california­nos, con una organizaci­ón urbana más incluyente. Lo informal, dice, “siempre cumple con un papel parecido: dar cabida a los que no caben en un mundo pulcrament­e dibujado”.

Cruz concibe la frontera como un laboratori­o para amplificar la empatía “porque precisamen­te en comunidade­s divididas como ésta, el futuro depende de legitimar y comprender la coexistenc­ia”. Necesitamo­s más artistas como él, que frente a Trump ya promueve “actividade­s quitamuros”, y llama a ampliar los pasillos del intercambi­o cultural. M

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