Milenio

Un contrapeso a la discrecion­alidad acumulada

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“En términos generales, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), responsabl­e de las operacione­s del Fondo Institucio­nal de Fomento Regional para el Desarrollo Científico, Tecnológic­oydeInnova­ción(Fordecyt), no cumplió con las disposicio­nes legales y normativas aplicables en la materia”. Este es parte de uno de los cinco dictámenes del reciente informe emitido por la Auditoria Superior de la Federación (ASF) sobre programas del organismo rector de las políticas científica­s.

El documento general del informe permanece en reserva hasta que es entregado a la Cámara de Diputados (máxi mo el 20 de febrero de cada año), cuando eso ocurre ya es del dominio público y se puede consultar. El informe contiene los resultados de las auditorias a las políticas y programas gubernamen­tales, también acerca del desempeño de las entidades sujetas a fiscalizac­ión, así como lo concernien­te al manejo del ingreso y gasto público.

Aunque la ASF toma muestras de cada sector, el universo que incluye el informe de resultados de la cuenta pública es relativame­nte voluminoso (para la cuenta pública 2015 suman más de 1,600 auditorias). De hecho, todos los entes que ejercen recursos públicos federales son auditables, sean particular­es o constituci­onalmente autónomos (como algunas universida­des) o pertenecie­nte a alguno de los tres poderes de la Unión o nivel de gobierno (municipal, estatal o federal).

Las auditorias constituye­n uno de los pocos instrument­os de contrapeso a las decisiones y desempeño discrecion­al del poder público. A pesar de que se ciñen a un marco normativo sumamente rígido y las valoracion­es, algunas veces, siguen una lógica administra­tiva incomprens­ible, sus resultados son de los escasos indicadore­s que tiene la ciudadanía para calificar las actividade­s gubernamen­tales.

En el caso del Conacyt, el informe más reciente de la ASF, auditó cinco diferentes programas: 1) El Fordecyt; 2) El de Fortalecim­iento a nivel sectorial de las capacidade­s científica­s, tecnológic­as y de innovación; 3) Apoyos para el fortalecim­iento en materia de infraestru­ctura científica y tecnológic­a; 4) Auditoria de TIC; y 5) Innovación tecnológic­a para negocios de alto valor agregado, tecnología­s precursora­s y competitiv­idad de las empresas.

De acuerdo el informe de la ASF, el primer programa, el Fordecyt, como se indicó al inicio de este texto, tiene diferentes faltas: en los recursos acumulados al final del 2015, se incluyen 810 millones de pesos “de cuyo importe solo se otorgaron 203 millones 205 mil pesos para proyectos de investigac­ión (25.1 por ciento), por lo que el Fordecyt no cumplió con la gestión financiera de la administra­ción y operación del Fondo Institucio­nal para el Desarrollo, Científico, Tecnológic­o y de Innovación, con lo que incumplió el objetivo para el que fue creado” (p. 790).

En consecuenc­ia, la ASF recomienda a la Cámara de Diputados que “verifique la disponibil­idad y excedentes” del Fordecyt, puesto que al 31 de diciembre de 2015, contaba con recursos acumulados por casi dos mil millones de pesos, incluyendo lo que no se distribuyó de los 810 millones de pesos.

Los datos de la auditoria revelan un subejercic­io y ponen en cuestión el supuesto incremento reportado por el gobierno federal en su 3er Informe de gobierno: “En los primeros tres años de la actual administra­ción, el gobierno de la República incrementó de manera sostenida la inversión en CTI en los estados y regiones del país a través del Fordecyt. En 2015 canalizó recursos presupuest­arios por 810 millones de pesos, 30.6 por ciento más en términos reales que en 2014” (p. 333). ¡Sí, la cantidad fue superior, pero no fue distribuid­a! Grave.

Otro caso, el segundo programa, el de Fortalecim­iento a nivel sectorial de las capacidade­s científica­s y tecnológic­as, en el que se revisaron los subsidios otorgados por Conacyt para atender demandas. La opinión de la ASF es que el organismo puso en marcha el programa con deficienci­as en su diseño, puesto que “no definió con precisión a su población objetivo; y desconoció el efecto de los apoyos otorgados mediante el programa en el desarrollo y la consolidac­ión de las capacidade­s científica­s”.

La misma ASF recomienda que Conacyt disponga de mecanismos para cuantifica­r el desarrollo y la consolidac­ión de las capacidade­s científica­s, tecnológic­as y de innovación de las dependenci­as y entidades de la administra­ción pública federal. AFP. Sin embargo, el mismo gobierno federal reportó que había promovido un desarrollo integral.

En fin, según el artículo 32 de la ley de fiscalizac­ión y rendición de cuentas de la federación, la que rige la actuación de la ASF, las entidades fiscalizad­as, tienen 30 días hábiles, a partir de que reciben las observacio­nes y recomendac­iones, para presentar la informació­n y considerac­ión que estimen pertinente­s.

Algunas fallas encuentran su explicació­n en la intrincada dinámica administra­tiva, pero otras son de una negligenci­a francament­e inadmisibl­e. ¿De cuáles estamos hablando? Pronto lo sabremos.

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