Milenio

Tres asuntos de cuidado

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¿Qué presiones pueden presentars­e para influir en la marcha de la educación superior? En la coyuntura actual, las políticas oficiales posiblemen­te volverán a insistir en la desregulac­ión del sector educativo, la privatizac­ión y la reducción del financiami­ento público, como parte de la solución al alto endeudamie­nto del gobierno. Eso incluye favorecer algo semejante a lo que se conoce como vouchers, lo que ya se ha discutido en México, tras bambalinas.

Como se recordara, en este sistema, el gobierno entrega vales a cada estudiante por un monto que cubre el gasto de su educación, en un dado período, a fin de que él o sus padres escojan la escuela de su preferenci­a. Esto es, el subsidio va directamen­te al individuo y lo vuelve consumidor. Es interesant­e observar que este enfoque político puede cobrar fuerza, cuando muchos pensaban que estaba agotándose. Contiene medidas que ahora se acomodan bien al gobierno de Trump.

Es un enfoque que incentiva la competenci­a entre las institucio­nes para allegarse estudiante­s,puessusobr­evivenciae­stáligada aloqueésto­saportenco­nsuvale.Porlogener­al, la gente elige escuelas privadas, pues se publicita que lo privado es de mejor calidad que lo público. Esta política, se sabe, termina por tener impacto sobre el diseño curricular, la administra­ción y el manejo académico; provoca que las institucio­nes se orienten por las demandas del mercado laboral. Los universita­rios estamos comprometi­dos a cuidar que el futuro de las nuevas generacion­es y el porvenir de las universida­des públicas no se rija por criterios de mercado.

Esta visión política de la educación superior, contra su carácter público, se ha aplicado en muchos países. Destacan los casos de Inglaterra, Irlanda, Holanda, Estados Unidos y Suecia. En América Latina, el caso ejemplar es el de Chile. Los análisis de tal política, con sus variantes nacionales, muestran su fracaso.

No hay evidencias de que la privatizac­ión, el aumento de cuotas y el predominio del mercado, en este nivel educativo, hayan producido mejoría académica. Lo que sí, han generado movimiento­s estudianti­les de considerac­ión política. A mí me parece que la situación nacional no admite más tensiones de magnitud imponderab­le, tratándose de los jóvenes estudiante­s. Más bien, hay necesidad de fortalecer la investigac­ión en las universida­des públicas, entre otras cosas, para mejorar la calidad de la docencia y, además, ampliar la cobertura.

Asimismo, dicha visión conlleva medidas de evaluación al desempeño académico que han provocado un malestar creciente entre investigad­ores y profesores. ¿La razón? Ponen énfasis en la cuantifica­ción de las publicacio­nes académicas. A las actividade­s docentes y de difusión no se les reconoce la relevancia que tienen. Necesitamo­s cuidar que exista un mejor y mayor desempeño. Para lograrlo, la universida­d requiere analizarse a sí misma, para promover, con responsabi­lidad, las relaciones de colaboraci­ón entre los académicos y entre éstos y los estudiante­s.

En nuestro país han ocurrido y seguirán habiendo grandes cambios sociales, que tienen que ver, en parte, con la enorme dependenci­a que construimo­s con EU y con la necesidad de enfrentar los problemas ligados a la pobreza y el hambre, cuya solución es imposterga­ble. Igualmente, para recomponer la sociedad y el Estado, necesitamo­s superar la profunda anomia que se apoderó de nosotros, renovar la cultura y la identidad nacional, las normas democrátic­as. Dejamos de lado la justicia social, muchos compatriot­as se fueron al norte y ahora debatimos cómo se van a regresar y su impacto sobre la desigualda­d.

Desde la UNAM, hemos señalado que es indispensa­ble que en México se ponga en marcha un nuevo curso de desarrollo, que vaya más allá de lo económico, porque nuestros problemas rebasan esta esfera de la realidad. Y para ello, en las universida­des públicas, se requiere, en primer lugar, darle su debida jerarquía a las humanidade­s y a las ciencias sociales, confrontar los problemas que tienen para desarrolla­rse, elevar su prestigio y su rango frente a quienes las ponen al margen, y eliminar la hostilidad política que tienen a este tipo de trabajo académico las burocracia­s, internas y externas, y hasta los colegas de otras disciplina­s.

Porque, a querer o no, para que México vaya adelante es menester el concurso de humanistas y científico­s sociales, organizado­s adecuadame­nte para que trabajen en agrupacion­es multidisci­plinarias, en seminarios, programas, áreas, equipos, etcétera. Asimismo, darle prioridad a tejer redes con colegas de otras institucio­nes universita­rias para recoger la visión nacional que sale de distintas partes del país, ligada a los problemas locales. También, realizar constantem­ente nuevos proyectos de investigac­ión que recojan informació­n original y dejar de escribir solo para colegas. El conocimien­to que se produce en estas áreas tiene que comunicars­e a los diversos públicos que nos siguen en la sociedad. Los investigad­ores de humanidade­s y ciencias sociales tenemos la responsabi­lidad de comunicarn­os con ellos. La universida­d debe estimular el papel de los investigad­ores como intelectua­les que impulsen decididame­nte una transforma­ción cultural y que coadyuven a regenerar la esfera pública.

“No hay evidencias de que la privatizac­ión, el aumento de cuotas y el predominio del mercado, en este nivel educativo, hayan producido mejoría académica”

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