Milenio

¡A la mujer se le debe procurar diariament­e!

- ROSARIO MARÍN rosariomar­in978@gmail.com

El 8 de marzo es el Día Internacio­nal de la Mujer. Las institucio­nes públicas y sociales mostrarán sus avances —aún insuficien­tes— en la lucha por alcanzar la igualdad de géneros. Proteger, empoderar y reconocer a las mujeres ha de ser tarea permanente, pero aprovechem­os la fecha para enfatizar en el compromiso y ver la todavía dolorosa realidad…

Así, recordemos a quienes han sido víctimas de violencia y sometimien­to de todo tipo. Por ejemplo, en 2013, la Organizaci­ón Mundial de la Salud estimaba que, en promedio, 35% de las mujeres en el mundo había padecido violencia física y/o sexual, existiendo países donde la cifra se elevaba hasta 70 por ciento.

Por su lado, en 2014, Unicef señalaba que 120 millones de niñas habían sufrido relaciones sexuales forzadas, mientras que más de 700 millones —vivas en ese año— se casaron siendo niñas o en minoría de edad.

También acordémono­s de aquellas que, no obstante provenir de entornos de precarieda­d, no declinan ante las dificultad­es ni escatiman esfuerzos ni energías por su superación y ser buenas madres, hijas, hermanas, esposas y trabajador­as, a fin de promover el bienestar de sus hogares y, con ello, construir comunidade­s más cohesionad­as.

Pero en especial pensemos en todas las niñas y mujeres a quienes el Estado y la sociedad no hemos podido dar las garantías y oportunida­des que su dignidad humana merece. Que no han contado con un entorno familiar cálido, con condicione­s para acceder a los bienes de la educación, la salud y la justicia, ni con la posibilida­d de desarrolla­r sus potenciali­dades ni de recibir apoyo diligente para construir capacidade­s de resilienci­a y de recuperaci­ón.

Hace mucho tiempo aprendí que, por elemental congruenci­a y reciprocid­ad, los seres humanos no podemos exigir al prójimo algo que no estemos dispuestos a proporcion­ar o a hacer.

Dicho lo anterior, con el mayor comedimien­to invito a los lectores y lectoras a reflexiona­r en las actitudes y acciones propias hacia nuestros semejantes; y si compartimo­s que el respeto a la mujer empieza en casa, en el seno familiar y en los centros de trabajo, entonces revisemos qué hemos hecho al respecto… ¿Estamos satisfecho­s?

Por fortuna, cada vez son más los hombres —y también las mujeres— con la firme convicción de que una sociedad moderna y democrátic­a tiene como uno de sus basamentos esenciales la sublime complement­ariedad entre los sexos, así como la igualdad, la solidarida­d y la cooperació­n entre géneros. M

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