Milenio

CADA QUIEN SU RULFO

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Acaballo entre el ensayo y la crónica, Cristina Rivera Garza (Matamoros, Tamaulipas, 1964), muestra una manera diferente de leer a Juan Rulfo. Se trata de un libro cercano a la bitácora de viaje, diario de lectura, apuntes para ir más allá de los murmullos y la visión del México indígena que expone el autor de Pedro Páramo y El llano en llamas.

A unos meses de que se cumplan cien años del nacimiento de Juan Rulfo, la apuesta experiment­al de Rivera Garza se añade a una conmemorac­ión lejana de acartonado­s discursos y también distante de las voces que se han erigido como “las oficiales” para discutir en torno a la vida y obra del narrador jalisciens­e.

La postura de la autora resulta un tanto novedosa y fresca. ¿Quién había abordado el tema de la sexualidad en las mujeres que habitan en Comala y otras regiones rulfianas con tanta minuciosid­ad? ¿Cuándo se había planteado la posibilida­d de que Rulfo tuviera un punto de vista queer en relación a uno de sus personajes (Doroteo o Dorotea)?

Rivera Garza explora los hilos de una maneja que se ha gestado con suma solemnidad. Va más allá del rastro de los habitantes de la Media Luna. Desmenuza su lectura, su afán de seguir la ruta trazada por la melancolía y el desasosieg­o. Recuerda que Rulfo fue acaso el primer narrador mexicano en abordar algo tan natural como es la menstruaci­ón, y las implicacio­nes que se desencaden­aron cuando decidió incluir este tópico en su narrativa. “De hecho, no son pocos los personajes femeninos de Rulfo que expresan su deseo, especialme­nte su deseo sexual, de manera directa”, señala Rivera Garza. Para ella, “es claro que las ánimas que se pasean por Comala purgando culpas y murmurando historias son ánimas sexuadas. Al contrario del dios al que increpa Susana San Juan en uno de sus ardientes monólogos, a Rulfo no sólo le interesan las almas, sino más bien, acaso sobre todo, los cuerpos: las marcas de esos cuerpos”.

Atraída por la forma que tiene Rulfo de recorrer una prosa más cercana a la poesía, Rivera Garza decide emprender su propia búsqueda. Al seguir las huellas rulfianas se encuentra con lugares y personas que la remiten a su obra; pasa por Chihuahua, Durango, León, la Ciudad de México, Puebla y en Luvina, Oaxaca. En esta parte del libro, la autora no halla todavía la luz que guiará su óptica, pues se pierde entre voces que no la conducen a sitios seguros y que sólo son falacias. Sin embargo, cabe resaltar que el valor de Había mucha neblina o humo o no sé qué. su ensayo reside en la exploració­n de la sexualidad femenina, asunto que Rivera Garza enriquece de manera notable.

Cada quien su Rulfo. m

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Cristina Rivera Garza. Penguin Random House. México, 2016.

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