La guerra de los programas de cocina
Yde repente todo se llenó de programas de cocina: Top Chef México en Sony, MasterChef Junior en Azteca 13, Chef’s Table en Netflix, más lo que ya teníamos en frecuencias como TLC y El Gourmet.
Esto sin contar todo lo que ha estado sucediendo en Cocineros mexicanos, en ¿Qué hay de comer?, en YouTube, y una larga lista de novedades, en este sentido, que Canal Once va a presentar esta semana.
¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué la televisión está apostando por los shows de gastronomía?
Porque no existe nada más noble que la comida.
Todos comemos, es una necesidad, sí, pero preparar alimentos también es un acto de amor, una manera bastante hermosa de preservar el legado de nuestros ancestros, de expresar ideas, de compartir emociones.
La comida es arte, es historia, es cultura.
Comemos con las personas que más amamos, para festejar, para convivir, para marcar los momentos más importantes de nuestra vida.
Cada platillo está asociado a algo diferente. No es lo mismo comer en una boda que en un partido de futbol, en una fiesta patronal que cuando celebramos la Navidad o el Día de Muertos.
Hay quienes comen para consentirse. Otros que lo hacen para cuidar su salud. ¿Y qué me dice de lo que van por la vida probando sabores diferentes, cada vez más exóticos y arriesgados?
La vida es un plato de comida. La vida es un espectáculo. No existe mejor espectáculo que comer, que hacer de comer y que ver a la gente comer.
Los programas de gastronomía son la cúspide de la experiencia televisiva.
Son elegantes, pero también populares. Profundos, pero también superficiales. Didácticos, pero también efímeros. Aspiracionales, pero también convencionales, cotidianos.
No es casualidad que justo ahora que la televisión ha alcanzado niveles verdaderamente artísticos la comida tenga la importancia que tiene en todas las ventanas que integran esta industria.
Y es que, además, son un buen negocio, un negocio que no le hace daño a nadie, que nos une, que nos reconcilia.
Las audiencias no necesariamente ven programas gastronómicos porque se vayan a ir corriendo a preparar las recetas o a comer a los restaurantes que salen a cuadro.
Lo hacen porque se divierten, porque se relajan, porque se sorprenden, porque aprenden, sueñan.
No sé a usted pero a mí me encanta lo que está sucediendo y me fascinaría que creciera más, que tuviéramos más y mejores producciones en ese sentido, que se abrieran más canales especializados.
La historia de los programas de cocina, especialmente la de los mexicanos, es apasionante y apenas está comenzando.
Desde Chepina Peralta hasta Ana Claudia Talancón, aquí hay mucho de lo que nos debemos sentir orgullosos, algo que no sucede en otras partes del mundo, algo que debemos reconocer y atesorar.
¿Por qué le estoy escribiendo esto si para cualquier crítico sería mucho más fácil hablar pestes de cualquier telenovela?
Porque en los últimos días han pasado cosas fundamentales en los programas de cocina más importantes de nuestro país, cosas con un gran valor periodístico que a fuerza se tienen que comentar.
¿Vio el capítulo del viernes pasado de Top Chef México? No sé si se dio cuenta, pero fue histórico.
En menos de 60 minutos, los responsables de esta joya del canal Sony fueron del más precioso homenaje que jamás se le haya hecho a la kilométrica y fantástica Central de Abastos de la Ciudad de México a una cena con Miguel Ángel Mancera y un distinguido grupo de embajadores.
¿Sí entiende la riqueza editorial que hay detrás de esto?
Top Chef México juntó al pueblo, pueblo, con nuestras más altas autoridades y con las de otros países. ¿Y cómo lo hizo? A través de la comida.
¿Así o más hermoso? Y sin dejar, nunca, de ser un reality show plagado de emociones y del más exquisito lenguaje cinematográfico que jamás hayamos visto aplicado a esta clase de cuestiones. ¡Bravo!
¿Y qué me dice del episodio de ayer de MasterChef Junior de Tv Azteca?
Yo todavía estoy llorando de felicidad y de tristeza, y me río, y me emociono con el recuerdo de esos niños dibujando esos retratos tan perfectos de lo que llevan dentro, de la relación con sus padres, de su relación con México.
¿Y cómo los consiguieron? ¡A través de la comida! De las recetas de su familia, de los ingredientes de su región, de las cosas que han aprendido jugando, estudiando, trabajando.
Si hubiera más programas como ése, así, familiares, que promovieran la dignificación de la figura del niño y valores tan fundamentales como los de nuestra cocina, este país sería muy diferente.
Por favor, siga viendo Top Chef México, MasterChef Junior y todo lo que la televisión está haciendo en estos días alrededor de la gastronomía.
No solo se la va a pasar bien, terminará siendo un mejor ser humano porque el momento es hoy y la mesa está más que bien servida. ¿O usted qué opina?